HORIZONTES

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Tere MORA GUILLÉN


Julio 06, 2016

Tras la agresión policíaca en la que murieron 11 personas y cientos resultaron heridas en el municipio de Nochitlán, Oaxaca; los niños que ahí habitan, plasman en dibujos a hombres que matan a otros hombres, se ven armas, balas, sangre, muertos, estampas que muestran los colores, el horror, el dolor, la desesperanza y tristeza que emanan de la muerte. 

 

Los menores expresan que desde aquel día -19 de junio- en que se registró la matanza, sus papás tienen pesadillas y ellos sienten miedo por lo que escuchan de sus mayores y de las vivencias familiares.

 

Así en México, mientras tanto, al menos 120 personas fallecieron y 200 resultaron heridas, en dos ataques con autosbomba en la capital de Irak, Bagdad; en las primeras horas del pasado domingo.

 

En el atentado más letal, un autobomba estalló en Karada, uno de los más visitados distritos comerciales del centro de la ciudad, los hechos se registraron casi al final del Ramadán, el mes sagrado.

 

Una vez más el grupo extremista Estado Islámico reivindicó la autoría del atentado a través de un comunicado. Manifestó que de manera deliberada atacó a musulmanes chiítas. Entre los muertos hay 15 menores, diez mujeres y seis policías.

 

De nueva cuenta los acontecimientos producto de la violencia y sinrazón se imponen, el mundo sangra y llora a los muertos.

 

Parece fácil el conteo de decesos, más sin embargo cuando razonamos en que se trata de vidas truncadas -porque así lo decidieron reverendos orates-, nuestra alma llora y vergüenza debemos sentir cuando vemos nuestro presente, difícil imaginar siquiera cómo será el futuro de nuestro planeta; el mundo que habremos de heredar a las nuevas generaciones.

 

No podemos ni debemos acostumbrarnos al dolor de la muerte, de hermanos, padres, hijos avasallados por los horrores de la violencia, si no retomamos los principios morales encaminados hacia el bienestar propio y de la comunidad, habremos de encaminarnos hacia más destrucción, terminaremos apabullados por el dolor, las masacres, las guerras.

 

Una cuestión urgente de sobrevivencia, es retomar actitudes y comportamientos que nos lleven a ser mejores seres humanos, valores que se inculcan desde el seno del hogar, que orientan y norman la conducta de la sociedad. Ello conlleva la libertad del individuo como causa, que actúa sin coacción interna, mediante un proceso de socialización.

 

Quienes tuvimos la fortuna de ser formados por nuestros padres –hombres y mujeres de bien-, y bases espirituales forjadas desde la infancia por la familia y escuela, tenemos claro que la buena educación y conducta está basada principios como la honradez, bondad, solidaridad, lealtad, templanza, fortaleza, responsabilidad, justicia e igualdad.

 

Es importante el respeto a los diferentes credos que cada uno practica, dejando en claro que nunca el fanatismo es bueno.

 

Asimismo hemos de practicar de manera cotidiana el poder sanador del perdón, seguros de que restaura relaciones, el perdón no justifica y no juzga, nos libera del pasado, nos coloca en tiempo presente y lo que es más importante, nos ayuda a recuperar la paz.

 

El mundo hoy más que nunca nos pide grandes dosis de amor, aprendamos a vivir con la diversidad y dirijamos nuestro caminar hacia el amor propio y hacia los demás, recordemos que la unión hace la fuerza, y tengamos presente que juntos podemos y debemos crear un mejor mañana.

 

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