La nueva guerrilla urbana

Los normalistas mexicanos y sus líderes no están hechos de la misma madera que Frank País. No dan su vida por la causa ni mueren en combate.

Frank País era normalista. Nació en Santiago de Cuba y en la Escuela Normal de esa Ciudad se graduó de maestro; creó un experimento llamado República Escolar Democrática. Era hijo de un devoto pastor protestante que le inculcó los valores del fundamentalismo evangélico. Nacido en 1934 creció en una Cuba conmocionada socialmente por la dictadura de Fulgencio Batista. A pesar de su formación cristiana, el joven normalista tenía un acendrado espíritu revolucionario y se convirtió en dirigente estudiantil. Criticó en artículos y propaganda al régimen y simpatizó con el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, por lo que se adhirió al movimiento que encabezara Fidel Castro.

Frank País preparó en Santiago cuadros de jóvenes revolucionarios. Su tarea era apoyar el regreso de Fidel Castro a bordo del yate "Granma" y organizó el levantamiento del 30 de noviembre de 1956 para facilitar las acciones revolucionarias en la Sierra Maestra. Frank País era un organizador y líder de un radicalismo y crueldad poco conocidos. Es el símbolo del terrorismo y guerrilla urbana; no requirió la amplia formación militar e ideológica de Fidel, del Che Guevara o de Camilo Cienfuegos; traía genes de un inusitado extremismo y rencor. En su grupo de combatientes se consideraba falta grave sancionada con fusilamiento, el uso de parque que no haya acertado a causar una víctima enemiga. Frank País ejecutó a algunos de sus propios compañeros por faltas leves como dormitar o comer más de la ración asignada.

Ese muchacho maestro normalista murió antes de cumplir 23 años, ejecutado por fuerzas de Batista. Antes había muerto un hermano suyo, a quien obligó a luchar so pena de llamarlo cobarde. Sin Frank País, la Revolución Cubana no hubiera sido tan exitosa: se logró derrocar a Batista y se instauró un régimen dictatorial y desgastante que perdura hasta esta fecha.

Los normalistas mexicanos y sus líderes no están hechos de la misma madera que Frank País. No dan su vida por la causa ni mueren en combate. Viven de sitiar no al gobierno, sino a la sociedad entera. Dejan de dar clases, abandonan a los niños de México pero no dejan de cobrar sus sueldos. Los líderes son obesos, envejecidos y a veces delincuentes. Carecen del valor y principios del normalista cubano. Carecen también de un fundamento ideológico convincente, pero aspiran a tomar el poder para instaurar una dictadura encabezada por un borrego y ellos se sienten leones en lucha. Hay mucha distancia entre la Escuela Normal de Santiago de Cuba y las desgarradas normales mexicanas otrora brillantes.

Pero a pesar de sus insuficiencias morales, intelectuales, ideológicas y políticas, los maestros mexicanos afiliados a la CNTE, han logrado poner en jaque al Estado mexicano. Consolidaron una nueva modalidad de guerrilla urbana: colapsan vías de comunicación y abasto, despojan a la juventud de la enseñanza y perturban la vida de aldeas, comunidades y ciudades; no importa si los afectados son indígenas o citadinos, no importa si destruyen la economía de regiones completas. Tienen una tarea sencilla que el gobierno federal y los gobiernos estatales les han facilitado: no hay acción correctiva contra ellos, no hay medios de negociación y el Estado no se atreve a usar sus recursos de fuerza o legales para restaurar la paz y el orden que la sociedad requiere y reclama.

Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán son espacio grande y fértil; costas y bahías de enorme potencial, tierras agrícolas, más de 17 millones de habitantes, más de 291 kilómetros cuadrados, son datos que dan ideas: formar una secesión que afectaría al pobre México gobernado hoy por la ineptitud y la frivolidad. En la revista HOLA somos estrellas, pero en The Economist somos vergüenza. Esa es la dramática realidad de un país desgajándose por la fuerza magisterial.

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