EPN: Pedir perdón sin pedir permiso

Pero la petición de perdón supone la expectativa de que el ofendido puede otorgarlo o denegarlo.

Uno de los pasajes del Evangelio que más se conoce y que cada año se repite en el sermón de las Siete Palabras, es aquel plasmado en el versículo que dice: "Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen" (San Lucas 23:34). Es una invocación que hace Jesús pidiendo por la turba de ignorantes que lo llevó al suplicio.

La grandeza de esa frase radica en que los culpables no están pidiendo perdón ni lo pedirán jamás. Su pecado y su transgresión, según el crucificado no se debe a la maldad de sus verdugos, sino a desconocimiento. El versículo continúa narrando que la soldadesca romana partió los vestidos de Jesús y echaron suertes para repartírselos. Desde luego, nadie espera perdón de quien supone está haciendo justicia, cuando se responde a una directriz perversa a las multitudes.

No es necesario dar interpretaciones al perdón. El perdón tiene modalidades: se puede pedir y se puede otorgar. Se puede pedir volitivamente por quien ha cometido una afrenta o una ofensa y está consciente de ello. Lo puede otorgar el agraviado si dentro de sus principios morales existe un motivo de piedad y de olvido. El perdón otorgado, en su sentido prístino puede ser la concesión de una gracia. Cuando se pide puede ser un gran acto de arrepentimiento y de contrición sincera.

Pero la petición de perdón supone la expectativa de que el ofendido puede otorgarlo o denegarlo; supone que la dispensa es un derecho y que depende del tamaño de la ofensa, pero también depende del rencor.

El presidente Enrique Peña Nieto, pidió perdón al pueblo de México por algo que él mismo consideró un error. Hay una dicotomía o bifurcación: la ofensa y el pecado suelen ser voluntarios; el error no: Errare humanum est, es el aforismo latino que justifica el equívoco en la conducta humana, lo cual sí puede interpretarse que cometer errores amerita aprender de ellos para no repetirlos y conlleva una justificación. ¿Fue transgresión o error lo que cometieron el presidente y su esposa al poseer una valiosa propiedad inmobiliaria? ¿Fue el tamaño o color de la casa? ¿Fue la zona elegante? Por ahí no va la cosa.

Lo de menos son las dimensiones de la casa o si es blanca o amarilla (cambiaba de colores según la iluminación), hay quienes confunden lo grandote con lo grandioso, que fue algo de lo que ocurrió a la familia presidencial. La pareja Peña-Rivera en realidad cayó en la fragilidad que brinda a su vez la frivolidad. Cayó en la debilidad que afecta a poderosos e incurrió en errores de cálculo: el valor de la 'casa blanca' resultó en una inconsecuencia y en una afrenta a una nación con más de 60 millones de pobres que no tienen casa propia. Fue también un desplante ofensivo (ésta seguramente voluntario), sustentado en riqueza inocultable pero inexplicable que surge del tráfico de influencia y de favores y transacciones con los proveedores y contratistas al servicio del poder. ¿En manos de quien quedaron los despojos, como el manto de Jesús?

Es motivo de encomio la persona que reconoce errores y afrentas. "Yo pecador" era la frase implícita; Confiteor Deo omnipotenti es la declaración ante Dios y ante la humanidad. Pero ¿La sociedad mexicana ha otorgado ese perdón no pedido? Aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el efecto parece adverso para el mandatario. Usando otro aforismo latino "Vox populi vox Dei", el perdón no ha sido concedido-así se percibe en los medios y en las redes sociales- pero el cuestionamiento conduce a que en esta democracia primero se actuó sin pedir permiso, luego se pide perdón y se informa que hay propósito de enmienda. El daño está hecho y un aforismo del vulgo dice "Palo dado ni Dios lo quita".

Mientras, el presidente fue a saludar a Barack Obama. Éste se va pronto y tal vez sea sustituido por un energúmeno. Peña anticipa que cooperará con quien quede. Su anticipación es un baño en pureza y no quiere pedir perdón otra vez.

 

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