En el arrebato de las contradicciones que surgen en una sociedad golpeada y vulnerada por el narcotráfico
En el arrebato de las contradicciones que surgen en una sociedad golpeada y vulnerada por el narcotráfico, el auge de las series inspiradas en las acciones del crimen organizado es contundente, principal y paradójicamente en países como México, Colombia y Estados Unidos. Más de una decena de este tipo de series y telenovelas han resultado ser una mina de oro para las grandes cadenas de televisión que alargan una y otra temporada con la finalidad de exprimir la rentabilidad de estos dramas llevados de la realidad a la ficción. Al hacer un análisis de contenidos de estas series inspiradas en los capos de la droga se hallan innumerables "códigos" que se transmiten a una audiencia masiva, donde los narcos, los capos, los jefes además de mostrar su violencia, prepotencia y casi omnipotencia, presentan ese otro doblez donde se les tiñe de humanidad. Ellos, los jefes y jefas de los cárteles se enamoran, lloran, aman, perdonan vidas, mueren y reviven fingiendo muertes, se cambian el rostro y la identidad. Ellas las mujeres de los capos son casi soldaderas del siglo XXI quienes se involucran, manejan parte del negocio, lavan dinero, admiten y compiten con las amantes. Estas organizaciones intentan justificar su existencia mostrando la corrupción de las lides políticas, muestran la compra de conciencias, ponderan las ejecuciones y presumen sus nexos con el ejército. Como en toda mafia los códigos entre capos no siempre se respetan. Traiciones, entregas, muertes, familias ejecutadas, hijos exiliados, raptos y lo que se acumule. Lo lamentable, es cómo estas series televisivas han logrado emular a narcotraficantes con ídolos. Vidas de ensueño donde los lujos muestran mansiones, ropa, autos, joyas que son la cotidianidad de los prófugos de la justicia que igual huyen en sus aviones, barcos o túneles edificados con su propia infraestructura. El manejo de ficción y realidad ha logrado dañar a los propios protagonistas de estas series que de pronto, pierden la noción de lo que viven y se mimetizan con su personaje. Estos actores, se ligan con las redes criminales o caen en las garras de las adicciones. Casos como los de los actores Kate del Castillo y Rafael Amaya reflejan esas carencias sociales que hacen perder el hilo conductor de una realidad cruda, donde ninguna serie puede disimular la sanguinaria vida de un narcotraficante. El Capo, El Cártel de los Sapos, La Reina del Sur, Rosario Tijeras, El Patrón del Mal, El Señor de los Cielos son tan sólo algunas de las series que más rating han logrado en cadenas televisivas de habla hispana en los países antes mencionados. El fenómeno de las series que rinden tributo al narcotráfico también han provocado que en la sociedad, algunos jóvenes y niños se vuelvan fanáticos de estos dramas, donde celebran las acciones de los capos, también se mimetizan con los personajes y lo más grave, es que varios de ellos terminan convencidos que ese es el camino para lograr ganar dinero rápido y fácil. Estas series le asignan un estatus a los narcos, capos o jefes; estatus que en una sociedad como la mexicana, permea más fácilmente en aquellos que sumidos en la pobreza, consumen los contenidos televisivos que se tienen a la mano, y que en estas circunstancias no sólo son basura, sino representan un riesgo por los mensajes que difunden. Al final, jóvenes y niños terminan añorando ser los nuevos hijos de "Malverde". @rubysoriano |
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