Horizontes

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Tere MORA GUILLÉN


Agosto 09, 2016

A partir del viernes, Brasil es una fiesta mundial. Durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en el mítico estadio de Maracaná, observamos una muestra innegable de sus exuberantes recursos naturales, así como la energía creativa de su gente que celebró al ritmo de la samba, la bossa nova y el funk.

Conocido es que Brasil es un país –como otros en nuestro continente-, marcado por la desigualdad económica, no resultó extraño durante la ceremonia inaugural ser testigos a través de la televisión, de la cultura de las favelas que se erigen sobre las playas emblemáticas de la ciudad.

Asimismo se nos dio una muestra de la historia de aquella nación, el arribo de los portugueses al nuevo mundo, y su conquista de la población indígena, así como la esclavitud de los africanos durante 400 años; lo que nos lleva a entender la configuración del mosaico de diversidad que conforma a Brasil.

En lo personal disfruté el evento que a la vez nos exhortó a cuidar los recursos naturales de nuestro planeta.

Fue un espectáculo que sin despilfarros, derrochó creatividad y tuvo detalles mágicos e inesperados, durante el homenaje a sus tradiciones culturales.

Posteriormente se dieron los discursos breves del comité organizador, y el desfile de las 207 delegaciones participantes en las olimpiadas.

El Cristo del Corcovado también tuvo un papel protagónico en la ceremonia de inauguración de Río 2016. Esta Maravilla del Mundo recibió la Antorcha Olímpica.

Los juegos olímpicos de Brasil, han resultado una fiesta de júbilo y hermandad entre seres humanos de diversas nacionalidades del orbe.

 

Río de Janeiro ha sido el escenario de las diversas disciplinas en donde se vive la pasión, la entrega, y ganas de obtener la victoria de 10 mil 500 jóvenes, que han hecho del ejercicio su vida.

 

A la hora de competir en esta justa deportiva mundial, en sus rostros se muestra la garra, el esfuerzo, las horas de entrenamiento que cada uno de ellos ha dedicado al deporte, a una causa noble y saludable. Todos ellos con gran orgullo y entusiasmo, representan a cada una de las naciones participantes.

 

Vemos las caras de satisfacción de los atletas que imponen records, la cara de frustración de quienes sientes que fallaron al no cumplir su meta de alcanzar la victoria; las de los que se quedaron en el intento de obtener una presea.

 

Lo cierto es que todos los participantes provenientes de los diversos países son ganadores de las olimpiadas, mas aún, han mostrado al orbe que hay esperanza y que sí puede haber la paz tan anhelada, y hermandad entre los habitantes de nuestro planeta.

 

Sigamos pues disfrutando la exhibición de la gimnasia rítmica, la velocidad de los nadadores, la fuerza de quienes practican pesas; el temple de quienes realizan tiro con arco; la emoción del football, handball y del basketball; la agilidad del voleleyball de playa; la belleza y armonía entre caballo y jinete en la equitación. En fin, hemos de seguir gozando de las habilidades y destrezas de cada uno de los participantes de esta fiesta olímpica, que es también un himno de la fraternidad que habrá de tener resonancia en el concierto de las naciones.

 

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