La cultura y las artes: ¿una voraz cadena de abusos?

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Martín CORONA


Agosto 18, 2016

Hace mucho tiempo que escucho, leo y me dicen: "el artista debe valorar su trabajo", debe cobrar por cada presentación, por cada texto escrito, por cada pieza tocada. Sin embargo, cuando asisto a seminarios y talleres de gestión y promoción se habla de redes, de comunidades, de amistades y no de cómo hacer para que los recursos lleguen a los artistas y creadores.

Todos hablan de administración, de la inexistente posibilidad de las empresas culturales y artísticas para al final decir que ese rubro no existe para hacienda, mientras te venden la idea de un préstamo bancario para iniciar tu empresa.

Pero si la burocracia cultural no paga, si los empresarios buscan a sus familiares y amigos para hacer el trabajo con la comunidad, si las autoridades culturales sólo sostienen las mafias familiares y los compromisos de campaña, si la Secretaría de Cultura sigue beneficiando a un minúsculo grupo de apellidos extranjeros, a los amigos incondicionales y, muy de vez en cuando, a algún buen proyecto que haga la excepción a la regla, ¿de qué se pretende que viva el arte y la creación en nuestro estado y nuestro país?

La mayoría de los creadores y artistas que conozco está más pendiente de ganar la beca que de hacer un trabajo digno con sus recursos, de mostrar su capacidad es más, estoy casi seguro, que a muy pocos se les ocurre crear un mercado para su trabajo. Es decir, hacerse de un público que consuma aquello que producen.

En cambio, vemos sexenio, cuatrienio y ahora bienios con largas filas de besamanos. Proyectos que entrar y son "valorados", visitas con cartas de recomendación, llamadas y demás. Mientras nos quejamos de lo poco o mal que se apoya a las artes, seguimos en la misma dinámica del compadrazgo, de la transa y la falta de ideas.

Acaso es extraña para alguien la frase: dile a tu tío que está en la política que te dé trabajo. Me parece que todos estamos muy en contra de lo que hacen con el poder hasta que alguien de la familia o un amigo te da trabajo. Y vamos, concedamos la posibilidad de que sea muy bueno que tu amigo te otorgue un buen puesto a sabiendas de tu capacidad, sin embargo, por qué esas recomendaciones y tiempos nunca redundan en una mejoría para la comunidad artística o cultural a la cual decías pertenecer cuando no había recursos.

Simple, la respuesta es por qué no hay una visión amplia. A nadie le interesa generar un ambiente de consumo cultural, al estado no le importa que existan Empresas Culturales y Artísticas, así con mayúsculas, no empresas de cualquier ramo con un giro artístico. Y la muestra más clara de que no les interesa es que no existe la denominación ante hacienda y, por ende, tampoco un marco legal para que puedan ejercer.

En cambio, sí hay maneras de que una gran empresa apoye a tal o cual causa destinando un porcentaje de sus impuestos dicha inversión. Sin embargo, ¿dónde está ese recurso? A menudo en montajes, rodajes e iniciativas de muy poco alcance, otorgadas a los familiares o amigos del empresario que por ahí solicita a los artistas y creadores su valioso apoyo en esta empresa de buenas voluntades, pagándole muy poco en el mejor de los casos.

Y sí, molesta, enoja e indigna ver cómo los mundos posibles que las artes podrían impulsar se convierten en la mano extendida, en una limosna. El empresario otorgando una limosna a su familia o amigo, el gestor cultural pidiéndole una limosna al creador y, el artista o creador limosneando el trabajo a sus amigos, ayudantes y hasta públicos.

No es fácil detener este sinsentido, pero es posible. En una sociedad de consumo las personas tienen la capacidad –por limitada que parezca– de elegir los productos y servicios que pagarán. Así que los artistas deberemos convertirnos en verdaderos creadores para usar ese ingenio y creatividad a favor de encontrarnos un nuevo sitio en esta voraz cadena de absurdos.

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