Credibilidad en el Poder Judicial de la Federación

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Pablo RANGEL SARRELANGUE


Agosto 24, 2016

Difícilmente habrá quien cuestione la consabida falta de credibilidad que hoy aqueja seriamente a dos poderes de la federación, es decir el Ejecutivo y el Legislativo, instituciones que por mandato constitucional se reflejan en cada entidad federativa y que desde luego atraviesan por la misma crisis.

Desde luego, quienes han propiciado la falta de credibilidad del pueblo mexicano en esas soberanías tienen nombres y apellidos, algunos se van quedando en el pasado pero abren paso a sucesores que después de cada proceso electoral llegan con mayor hambre y avaricia que su antecesor; por tanto la película es repetida cada sexenio y de ella sólo hay un reflejo que aún tiene brillo, es decir la grandeza del ciudadano mexicano desligado del quehacer político, pero sumergido en su día a día de trabajo.

La convulsionada situación económica, política y social por la que atraviesa nuestro país viene propiciando la anhelada politización de su pueblo, quizá lo único salvable en este momento.

El tercer poder de la federación, es decir el Judicial representado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los tribunales que la integran pareciera que pronto se verá inmersa en esa falta de credibilidad que tienen para con el pueblo de México el Ejecutivo y Legislativo. En su pasado año estadístico el Poder judicial de la federación se dice, resolvió un millón 23 mil asuntos de su competencia, para lo cual tomo conocimiento por vía de 253 tribunales colegiados, 97 tribunales unitarios y 420 juzgados de distrito distribuidos en 32 circuitos judiciales del país.

La pregunta básica es: ¿existió en ese mundo de resoluciones justicia pronta, expedita, imparcial, eficiente y exhaustiva?, la respuesta como dijera el legendario Bod Dylan, está en el viento. El presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar Morales, pudiera ser quizá un jurista y político bien intencionado como muchos otros integrantes de la Corte que llegaron por méritos propios, sin embargo, en el Consejo de la judicatura Federal el compadrazgo, cuatachismo, simpatía y recomendación han abierto espacio a jueces y magistrados con capacidades intelectuales que los mantienen alejados de sus jugosas percepciones económicas.

Para muchos servidores públicos de mandos medios en el Poder Judicial de la Federación, la carrera judicial ha pasado de la superación por intelecto a la apremiante necesidad de volcarse servilmente a un magistrado o juez de distrito, pugnando incluso ello con la dignidad humana. Aspecto este que cito últimamente resulta invisible desde el máximo palacio de justicia en el país. El obligado respeto impuesto por la ley a la figura de un juez o magistrado federal no nace tan sólo del relevante y tan peleado cargo, si no por demás de la firmeza y justa resolución que estos pronuncien en su quehacer jurisdiccional.

Ciertamente la lluvia de resoluciones de amparos que emite el tercer poder de la federación son en un 70 por ciento con nulo estudio de fondo, con directrices para el perfeccionamiento de los actos violatorios de garantías individuales que pronuncian las autoridades y con absoluta tolerancia a esas violaciones. Es sencillo, jueces y magistrados están más comprometidos con preservar un decoroso salario y una inmejorable posición dentro los llamados 10 mejores circuitos del país, que con la sed de justicia que priva a lo largo del territorio nacional.

El principio de colaboración entre los 3 órdenes de gobierno ha restado autonomía y soberanía en sus resoluciones al poder judicial, ya que es representativo de poder para magistrados y jueces codearse en diversos convivios con los virreyes de los estados, aspecto este que genera intereses muy alejados de la verdadera función jurisdiccional y, en sentido opuesto se relega el trato con el necesitado de justicia o quien forma parte en una controversia legal, como si ello les representara a jueces y magistrados federales más peligro que el mantenerse aliado a las autoridades que quebrantan la ley.

La credibilidad en el Poder Judicial de la federación es producto de una lucha constante y disciplinada en anteriores tiempos por los propios ministros de la Suprema Corte, hoy día pareciera que esa batalla ganada el Consejo de la Judicatura Federal está haciendo todo lo posible por perderla.

Acorde a lo que cito últimamente es necesario replantearse al seno del tercer poder un nuevo mecanismo de integración del referido Consejo de la Judicatura, pues se ha llegado al absurdo de que el citado órgano de disciplina interna está más cercano a la complicidad del deficiente actuar de jueces y magistrados que a salvaguardar lo preceptuado en el artículo 131 de la ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación.

Señores Ministros está en juego la credibilidad que toda una nación aún tiene en el Supremo Tribunal de Justicia, pues de nada sirve que estructuralmente se tenga un poder millonario si el recurso humano que se sitúa en el banquillo de la administración de justicia es miserable, corrupto y carente de intelecto, ello tan sólo porque muchas familias se están apropiando de éste.

 

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