México, Hasta que te conocí

  • URL copiada al portapapeles

América Méndez


Septiembre 05, 2016

El domingo 28 de agosto de 2016 es una fecha que quedará grabada en la memoria colectiva de los mexicanos. Ese día, mientras muchos descansábamos (tras una semana ajetreada) en diferentes medios se daba a conocer que había fallecido Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel. Los medios parafraseaban escuetas notas que señalaban que El Divo de Juárez había muerto a causa de un paro cardíaco en Santa Mónica, California.

Los medios de comunicación a nivel nacional e internacional improvisaron un montón de programas dedicados a Juan Gabriel; por otro lado, los enviados especiales se aglutinaron cerca de las casas de los hijos del cantante para saber qué pasaría con su restos y cuáles serían los actos fúnebres, pero un hermetismo constante de parte de la familia impidió que se supiera qué pasaría.

Se dijo que después de la necropsia que se realizaría en Estados Unidos, el cuerpo sería enviado a México, pero después se supo que no hubo tal procedimiento forense y en su lugar los restos del intérprete de Siempre en mi Mente habían sido cremados. La noticia devastó a los fans, quienes esperaban un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en alguna de sus casas en Ciudad Juárez, Chihuahua o en su natal Parácuaro, Michoacán.

La respuesta de la gente ante tal hecho fue de descontento total, cuestionaban la decisión tomada por los hijos de Alberto Aguilera, y muchos argumentaban que Juan Gabriel le pertenecía al pueblo mexicano, sí, así como lo leen, como si se tratara de un patrimonio tangible, como si se hubiera tenido que someter a plebiscito el destino del cuerpo del cantautor michoacano. Quizá la figura mediática de Juan Gabriel sí le pertenecía a su público, pero Alberto Aguilera Valadez le pertenecía a su familia.

Mientras la incertidumbre crecía, los medios seguían informando al minuto con la poca información que podían obtener de terceros y otros escribían columnas periodísticas, como fue el caso de Nicolás Alvarado Vale, quien desdeñó a Juanga y expresó: "Mi rechazo al trabajo de Juan Gabriel es, pues, clasista: me irritan sus lentejuelas no por jotas sino por nacas."

El comentario le valió duras críticas, muchos lo tacharon de clasista y homofóbico, él terminó "renunciando" a la dirección de TVUNAM y el público mexicano fue el más feliz al saber que nadie más mancillaría el nombre y la figura de Juan Gabriel, y más contento terminó al darse cuenta del gran poder de su voz.

Esa misma semana pasaron otros eventos que también laceraban al país, en primer lugar el Presidente de la República mexicana, Enrique Peña Nieto, daba a conocer su IV Informe de Gobierno, un informe plástico y mal actuado, donde los asistentes invitados eran jóvenes dinosaurios priistas que, cobijaban con preguntas blandas el acto del Primer Mandatario, dejando de lado cuestionamientos importantes como los económicos, sociales, políticos y educativos.

Esa misma semana, en México tuvimos una visita incomoda: Donald Trump, sí, el candidato a la presidencia de Estados Unidos vino a nuestro país, seguramente a debatir a quién le correspondería pagar la construcción del muro para dividir a ambas naciones. Esta visita generó incomprensión entre muchas personas, incluyendo al músico estadounidense Moby, quien escribió en su Twitter: "Excúseme, porque no puedo escribir muy bien en español... ¿estimados amigos mexicanos, por qué ustedes están invitando al Trump a su país? Él les ha llamado "violadores" y "criminales". Trump no es ningún amigo de México."

Y yo, al igual que Moby, me surgieron un par de desavenencias ¿Por qué después de que el pueblo mexicano se enteró de estas dos noticias no tomó las calles y los medios de comunicación para manifestar su inconformidad? Sí, de la misma manera que lo ha hecho con Juan Gabriel. ¿Por qué los ciudadanos se quejan de que los hijos de Juan Gabriel lo cremaron sin tomar en cuenta a su público y no le recriminan al Presidente de México el haber invitado a Trump sin escuchar la vox populi?

¿Por qué no de la misma manera en que los miles de fans de Juan Gabriel tomaron las plazas públicas y redes sociales para manifestar su repudio contra Nicolás Alvarado Vale y lograr su destitución, por qué no de la misma manera el pueblo mexicano utiliza el poder de su voz para cambiar lo que considera injusto y exigir mayor transparencia en el quehacer político? Ya se vio que los ciudadanos pueden movilizarse y hacer valer su voz ¿por qué no hacerlo para ser un país más eficaz en materia política?

Fue hasta la muerte de Juan Gabriel y a sus fan que pudimos conocer un poco más de la personalidad del mexicano: personas enérgicas que no se quedan calladas ante lo que consideran injusto, personas que ríen y lloran con el corazón al rojo vivo y no se avergüenzan de mostrarlo. Pero también nos dimos cuenta que este comportamiento está supeditado a ciertas circunstancias, y mientras los mexicanos no alcemos la voz de igual manera por erradicar las diferentes injusticias seguiremos celebrando con mutismo y a la deriva las fiestas patrias.

  • URL copiada al portapapeles