No al matrimonio homosexual

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Emmanuel SHERWELL


Septiembre 13, 2016

Previo a tratar el tema del matrimonio entre homosexuales, resulta importante siempre tener un gran respeto por esas personas, que desde luego también padecen, sufren y que tienen el deseo, la intención y voluntad de vivir de un modo justo.

Uno de los temas de discusión nacional en las primeras planas han sido las marchas de miles de personas para defender el modelo de familia tradicional y rechazar la unión entre homosexuales mediante el matrimonio y adopción por homosexuales.

Quienes somos católicos tenemos el derecho y el deber de defender la institución matrimonial como la única válida. Y es una obligación moral nuestra defender los elementos fundantes de vida y realización. El matrimonio es el sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer cristianos, y éste les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres. Las propiedades esenciales del matrimonio son: unidad, indisolubilidad y apertura a la fecundidad.

Hemos visto como desde hace un tiempo los medios de comunicación, asociaciones de orgullo gay y la clase política empezando por Enrique Peña Nieto, se esfuerzan en deslegitimar cualquier intento de oponerse por razones científicas y sociales a la ideología del homosexualismo y lo que representa; sobre todo el matrimonio y adopción por homosexuales.

Hoy nuestra sociedad y la familia tradicional mexicana se enfrenta a una ardua propaganda masiva a favor de la homosexualidad, usando el eslogan de la discriminación sexual como una argumento público y político para buscar manipular a la sociedad, generar adeptos, e intentando mediante sus incisivas declaraciones la aprobación de sus comportamientos mediante el matrimonio igualitario y adopción de menores.

La legalización jurídica de parejas homosexuales va en contra de la naturaleza humana y sin duda revela una grave corrupción de conciencia moral por parte de los legisladores. Experimentar con el modelo social es irresponsable y peligroso. Lo que una ley pueda decir respecto del matrimonio homosexual, no significa necesariamente que sea moralmente lícito y mucho menos que signifique que haya que equiparar sus uniones a los matrimonios. La naturaleza de la unión es muy clara "es entre un hombre y una mujer". Y quienes buscan igualar los derechos del matrimonio normal a las parejas homosexuales y lesbianas, están atentando contra lo mejor de nuestra sociedad: la familia.

En toda la historia de la humanidad, el matrimonio está constituido por un hombre y una mujer. Considerar las uniones homosexuales como equivalentes al matrimonio, sería reconocer que la sociedad ya no reconoce lo específico de la familia ni su carácter fundante, es decir, lo que es propio del hombre y la mujer, de la unión en el sacramento elevado a la dignidad por Jesucristo y algo muy importante, su filiación divina: dar continuidad a la vida biológica y humana.

Querer instituir la unión de homosexuales como matrimonio pueden dirigir a la sociedad y al país hacia un retroceso o decadencia, haciaun distanciamiento que nos separa como dice Joseph Ratzinger de todas las grandes culturas de la humanidad, que han reconocido siempre el significado de la sexualidad: esto es que el hombre y la mujer han sido creados para ser, unidos, la garantía del futuro de la humanidad. Garantía no sólo física, sino también moral.

Como católicos y ciudadanos, debemos siempre estar a favor de que las personas homosexuales registren públicamente sus amistades íntimas como uniones de hecho en el marco de la protección de la seguridad social; pero sigamos insistiendo que el reconocimiento de esas uniones como matrimonio va contra el bienestar público y de forma particular contra el equilibrio y el desarrollo afectivo de las familias y de los hijos. El hombre está invitado a realizar su conducta hacia los auténticos valores. México despertó y salió a la calle a defender lo más íntimo y lo más importante: la familia. Espero lo entienda de una vez el presidente Peña Nieto.

* Analista

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