25 de Septiembre de 2016

Finalmente, como el cuento que ideó Lewis Carrol, el país de las maravillas y el espejo que atravesaba Alicia no existen más que en el universo imaginativo de quienes han leído y extrapolado la inventiva del autor.

Este México, en manos de sus políticos y su propaganda, es para ellos y sólo para ellos, un país de maravillas. Y no hablamos de las maravillas donadas por Natura, ni por las obras de arte y cultura que terminaron de construirse hasta el siglo XVIII. Esos bienes ya están catalogados, los que hizo el hombre son Patrimonio Mundial y los primeros pueden ser víctima del deterioro causado irónicamente por el ser humano.

México es uno de los países con más abultada legislación, comenzado por la extensa y detallada Constitución Federal, las constituciones de los estados, los voluminosos códigos civiles, penales, de procedimientos, las leyes para todo y contra todo, los reglamentos, los decretos del Congreso, los Acuerdos del Ejecutivo, los bandos. Nos adjudicamos la invención del recurso de Amparo (lo cual no es cierto), instrumento que se usa indistintamente para el bien y para el mal, para evadir la acción de la justicia o para establecer ésta a veces de manera retardada.

Hay procuradurías (ahora "fiscalías") para todo y para cada caso. Hay tribunales casa para cada delito y se crean comisiones para cada incidente criminal o delictivo. Las fuerzas armadas cuentan con sus propias legislaciones y el Estado mexicano cuenta con "centros de readaptación social" (viles cárceles) en abundancia, como resumidero no exactamente de criminales, sino de todo aquel desafortunado que va a parar a barandillas del Ministerio Público del fuero común o federal. Se modificó recientemente el sistema penal, para pasar de "uno inquisitorio" a "uno acusatorio" (como gramaticalmente erróneo se hace uso del artículo indeterminado), pero está visto que no cambia nada.

Se ha introducido uno de los grandes errores del derecho: la absoluta presunción de inocencia, a pesar de la flagrancia o de pruebas irrefutables contra delincuentes: éstos son y serán parte del santoral legislativo mexicano, mientras las víctimas e inocentes se tornan en presuntos culpables del peor sistema de justicia en el mundo.

La gran ironía es que en México se han creado comisiones de derechos humanos (la nacional, las locales, las municipales, etc.), para proteger a los individuos de los abusos de las autoridades y de las evidentes violaciones al derecho. La gran contradicción es que las comisiones de derechos humanos se han convertido en agencias defensoras de oficio a favor de los malvados.

El presupuesto para armamento "de cargo" a policías y militares es altísimo y se imparten entrenamientos de uso de armas de fuego. Se equipan cuerpos antimotines pero la otra ironía es que tienen prohibido hacer uso de la fuerza, y si usan ésta en su propia defensa y protección, de inmediato surge el clamor en su contra y se acusa al Estado de responsabilidades que no le corresponden y que como el caso de Ayotzinapa, es incapaz el gobierno federal de saberse deslindar de una culpa que evidentemente le es ajena pero que ya le causó desprestigio mundial está mostrando una de muchas debilidades.

El abogado del "Chapo" uno de nuestros más brutales criminales, clama por que le den trato humanitario, como de infante en guardería: la autoridad está presta para concederle todo aquello que el malo negó a sus víctimas.

Mientras, en libertad absoluta y sin cargos, se pasean en las calles de la capital las bandas que niegan la educación, las bandas que bloquean carreteras, que son salteadores de caminos, que incendian vehículos, que impiden el libre tránsito, que destruyen impunemente la propiedad privada, que impiden el comercio y las actividades productivas, que cobran sin trabajar… a ellos se suman gobernadores y políticos que rondan libremente sin recato frente a una sociedad inerme y ante un gobierno que les da cobijo. No hay duda, esto es Wonderland.