¿Cómo beberse a Radiohead en 2016?

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Diana Gómez


Octubre 02, 2016

Hay dos acontecimientos importantes en la carrera de Radiohead: Ok Computer y Kings of Limbs, dos álbumes que abrieron una conversación y un fuerte debate sobre lo que esta banda puede otorgarle a la historia de la música.

Este lunes y martes hacen su tercera aparición en el país, y la pregunta que brota entre la mayoría es, ¿cómo bebernos al Radiohead de 2016?

En primer lugar, debemos ponernos en contexto: en 1997 la agrupación hizo uno de los discos más importantes de las últimas décadas, el Ok Computer. Ya bastante se ha abordado sobre su genialidad y su juego sensorial.

Todos coinciden en que escucharlo por primera vez implica hacer un recorrido por los poros y los claros instrumentos que se incrustan en el cerebro. Hay sorpresas interminables entre piezas, que rápidamente se convirtieron en himnos fáciles de digerir y que todos absorbieron sin tantas ataduras.

Realmente no recuerdo haber disfrutado tanto un álbum así de exquisito y difícil en mucho tiempo, al menos si nos ponemos a enumerar los clásicos de finales de los 90. Y es que el Ok Computer tiene esa parte deliciosa que se tambalea entre la adultez y la niñez, contiene una manifestación política y un lenguaje que refleja la calma de esa generación.

Probablemente hasta podríamos dibujar a algún sujeto de los 90 al escuchar este álbum. Su cuerpo completo hizo que los estantes musicales de melómanos se llenaran de Radiohead y que la carrera de radio cabeza despegara con una serie de trabajos impecables.

Pero la imaginería se vería estacionada en el In Rainbows, un trabajo apoyado por Portishead y en el manifestarían su independencia, con líneas más amorosas, interminablemente melancólicas y con gigantescos metales que harían de este trabajo, uno de los más amables y fieles.

Después de In Raibows, ¿qué esperábamos? ¿Otro Ok Computer? La respuesta probablemente ni sus fanáticos más aguerridos la tenían, pero Radiohead hizo Kings Of Limbs, su trabajo menos exitoso, una rareza débil, tildada de aburrida por fanáticos y extraños.

Varios expertos en ese 2011 se aferraron a la marca de la banda, y afirmaron que era uno de esos álbumes que no entendíamos en ese tiempo pero que muchos años después nuestros oídos podrían manejarlo y disfrutarlo.

Lo cierto es que nada pasó, terminó siendo un disco que dividió todos los placeres que Radiohead había cosechado hasta el In Rainbows.

Esa exigencia hacia una banda como Radiohead puede ser risible y no, y lo es por dos cuestiones, no podemos pedir algo milagroso a un artista que no busca exactamente la espectacularidad y la aceptación masiva, pues tal vez en todos estos años se ha dejado llevar por su parte sensorial, la que define al arte y que aleja a la industria.

Sin embargo está la otra parte, la del escucha, ese que es el observador y devorador musical que no parece saciarse, ese que tiene todo el derecho de apagar el reproductor a la canción más épica de Radiohead. Porque hay que tener algo claro, no necesitas ser artista para disfrutar del arte.

Aquí probablemente lo más alertador fue perder fanáticos, y no exactamente bajo el viejo argumento de que la banda se convirtió en algo más popular, sino todo lo contrario, mantuvo una racha independiente que pareciera haberle funcionado.

Ahora bien, justo en este 2016 Radiohead lanza A Moon Shaped Pool, el cual no resultó un fracaso como su antecesor pero tampoco una pieza fabulosa como cualquier otro disco; más bien es un álbum neutral, cuidado y casi todo está elaborado por el (me atrevo a afirmar) el cerebro grandioso del grupo: Jonny Greenwood.

¿Cómo bebernos a Radiohead en los próximos conciertos? Sin ataduras y sin ningún prejuicio. Absorbiendo sus escamas desde nuestra trinchera de comensales musicales. Radiohead ha permitido que hagamos el ejercicio de botar a la basura sus trabajos o llevarnos a casa sus sonidos.

 

@dianaegomez
Grado académico: Licenciada en periodismo e involucrada en la música y la cultura.
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