La incertidumbre se apodera de Colombia por el triunfo del No en el plebiscito

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Jaime CRISTANCHO


Octubre 05, 2016

 

Luego del triunfo del No en el plebiscito del pasado domingo, los dirigentes políticos de todos los colores no saben qué hacer. Es el reinado de la incertidumbre en Colombia.

Todo el mundo pensaba que el Sí se iba a imponer, puesto que así lo marcaban las encuestas, que mostraban que la respuesta afirmativa duplicaba al No.

Asimismo, con el pleno optimismo a cuestas el Gobierno y la guerrilla de las FARC alcanzaron a firmar el acuerdo de paz en Cartagena, el lunes 26 de septiembre, con asistencia de varios presidentes, el rey Juan Carlos de España, cancilleres e invitados especiales.

Como el Sí supuestamente se iba a imponer, nadie tenía plan B. El Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y los líderes de las FARC lo daban por hecho. El Centro Democrático, encabezado por el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, suponía que obtendrían una votación alta por el No, pero no como para ganar el plebiscito.

Los resultados de esa jornada electoral, con casi el cien por ciento escrutado, fueron: por el No, 6 millones 430 mil 170 votos, lo que representa 50.22 por ciento del total y por el Sí, 6 millones 371 mil, 911 votos, el 49.73 por ciento.

Entre tanto, la abstención llegó a 62.59 por ciento, lo que significa que para un potencial de votación de más de 34 millones de ciudadanos habilitados, la indiferencia política ante semejante asunto produjo desazón por ser demasiado alta. Lo que demuestra que la apatía política en este país sigue siendo una constante, seguramente porque muchos ciudadanos detestan a la clase política porque no se benefició alguno de participar en la democracia.

Las explicaciones sobre el triunfo del No dicen que ganó por el miedo de millones de ciudadanos ante la imposición de un esquema política castrochavista, como el de Venezuela; además, por una posible impunidad para los jefes guerrilleros que no pagaría cárcel por sus delitos y la no reparación de las víctimas del conflicto.

De acuerdo con el escritor Héctor Abad Faciolince, reconocido en el país y en exterior por ser un periodista y escritor de quilates, "para que ganara el No, ha dicho muchas mentiras que ni él mismo se cree (se refiere a Uribe): que el comunismo tomará el poder, que ya viene el lobo del castrochavismo, que está en contra de la impunidad de los terroristas. Qué va, no es eso. Santos y Uribe quieren lo mismo: ser ellos, cada uno, los protagonistas del acuerdo, y que el protagonista no sea su adversario político. Es un asunto humano, demasiado humano, de pura vanidad. La paz sí, pero si la firmo yo".

Abad afirmó esto en una columna que escribió para el diario El País de España esta semana. El triunfador de la jornada, Álvaro Uribe, ha dicho que su partido y quienes lo siguen, como algunos pastores cristianos, el exprocurador Alejandro Ordóñez, empresarios y líderes cívicos, sí tienen propuestas: son las mismas que han venido exponiendo: principalmente la renegociación del acuerdo en el tema de justicia, la reforma agraria y la no participación en política de los guerrilleros.

Aunque esto es cierto, de lo que se trata es de proponer una agenda inmediata que quiebre la incertidumbre. Y, ¿entonces qué se va a hacer de aquí en adelante? Igual sucede con el Gobierno, que se ha limitado a nombrar una comisión para hablar con otra comisión del Centro Democrático. Y la guerrilla, por ahora dice que sigue con la agenda de paz.

En las últimas declaraciones, el senador Uribe ha hecho un llamado a la tranquilidad, lo mismo ha hecho Santos. Sin embargo, aquél sigue señalando a las FARC de ser el cartel más grande de narcos. En una entrevista radial, este martes 4 de octubre, dijo que negociar con este grupo era como si en México se hiciera un acuerdo con el Chapo Guzmán para darle estatus político a los criminales.

El limbo político: ¿hacia una asamblea constituyente?

Lo que sí es cierto es que el acuerdo firmado con las FARC está en el limbo. Su jefe, Timoleón Jiménez, alias Timochenko, aseguró que el acuerdo está blindado jurídicamente por haber sido firmado y lo que ocurrió con el plebiscito es un hecho político. Sobre esto aún no se ha pronunciado el Gobierno y, por supuesto, es rechazado por el uribismo.

Ese limbo del acuerdo se traduce en que todo queda congelado: el desplazamiento de las bases guerrilleras hacia las zonas de concentración para el desarme y su reincorporación a la sociedad; la salida de más niños combatientes; el trámite en el Congreso de la Ley de Amnistía para los combatientes y el inicio del proceso de reforma agraria.

De igual manera, se prevé en Colombia que los partidos políticos de todos los pelajes están también haciendo cuentas y cuadrando caja con miras a las elecciones presidenciales de 2018, en donde el Centro Democrático, con el reencauche que tuvo con el plebiscito le apuesta a obtener la Presidencia de la República.

De otro lado, si llegase a haber una reapertura de las negociaciones con las FARC, con la participación de representantes del No, dicen los formadores de opinión que la táctica es prolongar los posibles nuevos diálogos para acercarlos a las elecciones presidenciales y así llegar a las urnas con más fuerza.

No obstante, otros sostienen que hay que esperar lo qué puedan decir las FARC sobre la reapertura de diálogos y lo ven cómo imposible, además de que la guerrilla no aceptará renegociar por más tiempo porque, como lo han dicho, todo está firmado.

En el horizonte se está asomando una Asamblea Constituyente ante la imposibilidad de darle dinámica a unos nuevos diálogos. Esta figura les gusta a las FARC y al uribismo. A ese último partido porque se volvería a plantear de nuevo una candidatura a la Presidencia de Uribe, por ahora prohibida por la Constitución, mientras que a las FARC les daría instrumentos para contribuir a rediseñar las estructuras políticas y económicas del país.

Por ahora, el Gobierno, derrotado por un margen estrecho, hace maniobras con sus partidos aliados, buscando la manera de asimilar el golpe y de hacer algo con el acuerdo firmado.

Finalmente, el escritor Abad dice: "Como en el mundo entero, la lucha democrática en Colombia se juega entre una clase política vieja y cansada contra otra clase política menos sensata, más corrupta que la tradicional, pero cargada de eslóganes y payasadas populistas".

 

*Periodista colombiano
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