16 de Octubre de 2016

Cuando Caín mató a su hermano Abel, no existía el Decálogo: aún no estaba prohibido matar. Sin embargo -narra el Génesis-, Dios castigó a Caín no tanto por el fratricidio, sino porque el sacrificio que había ofrecido Caín no le satisfizo, en cambio le fue grato lo que hizo Abel.

No se sabe en qué consistían las ofrendas que al creador hicieron los hijos de Adán y Eva, pero si nos atuviéramos a la versión bíblica, fue el primer asesinato por odio y resentimiento. Pero fue también un crimen inducido por una deidad tiránica que se guiaba por un indudable favoritismo, por una dádiva que tal vez también era de sangre: Abel habría sacrificado a un hijo suyo. Generaciones después, Jehová pidió al patriarca Abraham le sacrificara a su hijo Isaac, pero finalmente el mismo Jehová se arrepintió y sustituyo al niño por un cordero.

Más terrible es la historia de Jefté, un guerrero israelita que ofrece como tributo a Dios por una victoria, matar a la primera persona que viera a su regreso a casa. Tocó a su hija la mala suerte y el devoto Jefté cumplió su promesa: mató a su propia hija en ofrenda al implacable Dios de Israel. Fue, sin duda, el primer feminicidio registrado documentalmente en un libro sagrado. Para entonces ya los israelitas debían cumplir el Quinto Mandamiento: No Matarás. Pero en el libro de Josué, se describen con detalle las masacres judías contra infantes, mujeres, ancianos y todo ser vivo que encontraran a su paso para llegar a la Tierra Prometida, fue el primer holocausto y genocidio.

Una mujer judía, Judith, decapita al general asirio Holofernes (una vez que lo hubo seducido), con el fin de salvar a su pueblo de una segura derrota. Sansón, juez de Israel, cae seducido por Dalila a quien confiesa cómo debilitarlo y sucumbe ante los filisteos.

Si quisiéramos conocer la historia de crímenes, parricidios, sangre, odio, celos, adulterios, sodomía, onanismo, incesto, exterminio de otros pueblos, infanticidios despiadados y otros hechos de odio y muerte, baste con leer el Antiguo Testamento. El Templo, era un vertedero permanente de sangre de animales sacrificados a un Dios para quien la fidelidad sólo podía expresarse con muerte.

Parece que entre Israel y el México Antiguo había similitudes: las deidades de ambos pueblos, Jehová y Huitzilopochtli demandaban a diario torrentes de sangre para darnos vida, de lo contrario desatarían sus furias contra los seres a quienes habían creado. Son historias inexplicables; son antítesis y contradicciones morales.

Hoy en día en nuestro México podría escribirse otro Antiguo Testamento. La muerte abate a nuestro país. Guerras entre bandas del crimen organizado; enfrentamientos brutales entre fuerzas armadas y delincuentes; periodistas asesinados; feminicidios o crímenes de odio contra mujeres; secuestros con asesinato aún cuando se pague rescate; pederastia; violaciones; extorsiones; entre otras formas brutales. El Sistema Nacional de Seguridad Pública, de la Secretaría de Gobernación, informa oficialmente que en el primer semestre de 2016, se han cometido 2378 muertes por extorsión; 521 por secuestro; 8225 homicidios culposos; 10301 homicidios dolosos… más lo que se acumule. Analistas calculan que el promedio de asesinatos en México es de 55 diarios (más de 20 mil muertes por año). México ocupa el lugar 16 por feminicidios en el mundo, 55 diarios o 2190 anuales desde 2007 (Observatorio Ciudadano sobre Feminicidios).

Lydia Cacho, activista va otra vez a Puebla. Protestará por feminicidios ocurridos en la entidad. Pareciera encomiable si también fuera a otros estados donde suceden. Pero se ve un trasfondo político: inhibir aspiraciones políticas de un gobernador ya en campaña. Una comunicadora eficaz se encargará de la nota periodística y Angelópolis será la nueva Canaán: un territorio a arrasar por odio político. La entidad que encabeza feminicidios es el Estado de México, tierra del presidente y de otro aspirante a sucederlo.

* Analista