23 de Octubre de 2016

El latinajo expresa correctamente la situación de México por la que hoy pasa, por la que ha pasado y por la que probablemente seguirá pasando: "México, corrompido está" (recuérdese que 'corrompido' es el participio regular del verbo corromper y equivale a podrido o descompuesto orgánicamente. A su vez 'corrupto' es el participio irregular del mismo verbo y suele aplicarse generalmente, hoy en día, a las personas que incurren en actos de corrupción o uso del poder político para tomar ventajas).

Pues bien, el mal tiene historia, no toda documentada pero la tradición oral ha dado referencia a través de los años, que la corrupción ha sido una práctica principalmente de los políticos y de servidores públicos, que obligan a personas (físicas y morales) a contribuir indebidamente con "mochadas", "mordidas", "brincos" y otras propinas.

Por muchos años, los empleados de bajo nivel del servicio público, eran personas mal pagadas, como los policías, agentes de tránsito, del registro civil y de otras prestaciones para la sociedad. Los bajos ingresos obligaban a "perdonar" infracciones o a acelerar trámites, mediante la entrega de una gratificación ilegal: extorsión, pero que permitía al infractor liberarse de la carga administrativa o judicial.

No hay claridad, pero todo apunta a que con la extorsión se inicia el proceso de corrupción. El empleado público la aplica al usuario y éste va cediendo. Hay versión opuesta: que el usuario ofrece la dádiva para aligerar el trámite.

Pero los ejemplos son aquellos de la "pequeña" corrupción, misma que va escalando hacia las grandes cargas que significan las adquisiciones y las obras públicas, la asignación de pedidos y contratos por cantidades monstruosas de recursos del erario. Los proveedores y los contratistas deben contribuir generosamente con los funcionarios encargados de los procesos de compra y asignación de contratos. Es una de las facetas del enriquecimiento ilegal pero perfectamente explicable.

La siguiente, pero más dañina al erario, es la malversación (desfalco) y desviación de fondos públicos en provecho propio: el peculado, un mal extendido y que se practica en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal (además de los organismos y empresas descentralizadas y sus sindicatos).

No todo es nuevo, ni privativo de México, aunque el presidente Peña dijo alguna vez que era un fenómeno de orden "cultural", es decir, inherente a la naturaleza e idiosincrasia del pueblo mexicano. Ya en el Quijote se describe lo que es "untar la péndola" o "untar la mano", la "mordida" a empleados públicos, práctica que se da en todo el mundo, en todos los gobiernos y por empresas afamadas. Entonces, la corrupción es generalizada, en mayor o menor grado. Nuestro país es uno de los más destacados en corrupción gubernamental: lugar de 95 a 98 entre los más corruptos (de 180 países evaluados). Los menos corruptos son Dinamarca, Nueva Zelanda, Singapur, Finlandia, Suecia, Canadá, Holanda (índice de Percepción de la Corrupción, ejercicio de la organización Transparencia Internacional, 2010-2016).

Una cuarteta de gobernadores ocupa la atención pública: Moreira-Padrés-Duarte-Borge; más los que se acumulen. Tres del PRI y uno del PAN. La corrupción no distingue colores ni partidos. Los actos de estos personajes se han extendido a familiares, amigos, compadres y una cauda de cómplices que se han prestado para robar dinero que estaba destinado a servicios públicos. Ya veremos si de los "segundos pisos" el Metro y otras actividades aparecen registros de muy elevada corrupción, de otra manera no se explicarían campaña política permanente y vida lujosa de dos ex Jefes de Gobierno del Distrito Federal, el PRD o Morena no están libres de culpa.

Las investigaciones sobre corrupción van por buen camino y seguirán apareciendo de la chistera, roedores de "cuatro patas". México corrompido y corrupto, "ya no hay moral" se decía de chiste ¿Y la habrá algún día?