Todos somos Pete Burns, todos somos una Drag Queen

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Diana Gómez


Octubre 30, 2016

De alguna forma todos tenemos una drag queen dentro, afirmaba Pete Burns cuando se le preguntaba sobre su aspecto. También indicaba que pintarse las uñas, maquillarse la cara, ponerse un vestido y tacones no significaba precisamente que quería convertirse en una mujer, porque al mismo tiempo usaba un parche en el ojo, que él patentó, y tampoco significaba que quisiera ser un pirata.

Comenzamos a abordar a Burns desde su apariencia física porque, aunque no lo pareciera, así lo requiere su música; ese denso inventario musical que dejó con su muerte se entiende desde su estrafalaria vida hasta su ruidoso High Energy.

Si usamos la definición estricta del término, Pete no era un ser andrógino. No era alguien que se pareciera a un hombre y a una mujer al mismo tiempo. Era más bien, desde sus propias palabras, un ser libre, que veía con tanta soltura que un hombre quisiera pintarse el rostro y peinarse como una fémina.

Pero en realidad marcó un potente hype en su generación. En 1980 fueron decenas los músicos los que desfilaron en los escenarios para mostrar su personalidad con un pintalabios. No existía un género que definiera esta práctica, aunque el pop lo resaltaba desde sus miradas y sonidos feroces.

Pete estuvo casado con una mujer por un poco más de dos décadas y no tuvo miedo a demostrar su cara bisexual ni sus momentos de drag queen. Fue una etapa clave para un destape sexual en esa década y para la aceptación. Algo que extrañamente se vería estancado en los 90, pero que no dejó de ser importante y trascendental gracias al mismo Pete y toda la cultura pop que lo envolvía.

Es justamente aquí cuando entra su música, que se regocija entre el oscuro sonido de las guitarras y sus temibles beats, todos ellos con adornos pesados en sus esquinas, algo así como un Pete travestido que nos haría recordar a la mismísima Donna Summer pero también a Echo & The Bunnymen con su post punk.

Fue el High NRG o High Energy, el que fijó una nueva mirada para el pop. Este género tiene como cuna a la música disco y al pop, pero lo que lo hace distinto, es el rápido tempo, que nos hace querer abrazar su coqueteo con el rock y el punk.

Son sonidos que mantienen ciertas reminiscencias del primer synth rock, aquel delicioso estilo cocinaba lentos y eternos finales. Todo esto había en la mente de un Pete Burns alucinante, dramático y fascinante.

Aunque You Spin Me Round (Like a Record) fue el éxito más grande para Dead or Alive, la banda de Burns tuvo un sustancial material para examinar detenidamente.

En Youthquake de 1985 tiene varias tonadas de Depeche Mode y un rock con consolas que emulaban a las primeras confecciones de New Order. De hecho al escuchar el álbum se notan rasgos tan oscuros que es difícil entender que es una banda de pop que estremeció a los 80.

Todo lo que significó Dead or Alive y Burns en esta etapa, tenía que ver también con una contracultura que renacía en las calles del Reino Unido. Que incluía a la comunidad de gais, lesbianas y transexuales, quienes se quitarían ciertas etiquetas y comenzarían a armar un camino lleno de trash, suciedad y lo-fi musical.

Pero una de las cosas que acompañaban a estos grupos eran los excesos, y cual droga asfixiante, Burns se dejó capturar por las cirugías, bajo un argumento que indicaba que podía cambiar de piel las veces que quisiera, sin embargo esa libertad lo llevó hacia otros rubros que nos hicieron preguntarnos qué tanto de su experimentación seguía funcionando.

Pete terminó siendo una historia triste de la televisión espectacular y una fosa sin salida del bisturí. Probablemente no entendamos mucho esos cambios sentimentales y físicos tan repentinos, pero si podemos extraer la historia de una persona que creyó en que los seremos humanos podemos cambiarnos sin miedo a no encajar y que al grandioso High Energy podemos utilizarlo para que el pop siga mutando.

¡Hasta pronto Pete!

@dianaegomez

Licenciada en periodismo e involucrada en la música y la cultura.

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