El día que James Bond rescató las tradiciones mexicanas

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Martín CORONA


Noviembre 03, 2016

Hay un héroe inglés capaz de cualquier cosa: desde arruinar un complot mundial hasta ligarse a la chica más guapa de la fiesta más lujosa. Es un héroe que desde la guerra fría hasta nuestros días sigue vigente, no le ha importado el paso del tiempo, ni los cambios políticos, él defiende al capitalismo y la libertad de los millonarios que invierten su dinero en sus armas y sus gadgets.

Es un héroe que el pasado 30 de octubre rescató una tradición milenaria en su primera edición: el Magno Desfile de Día de Muertos. La anécdota casi graciosa fue que las autoridades justificaron este desfile diciendo que en la filmación de la última película de James Bond, filmada en partes en la CDMX, se veía un desfile de calaveras que no existía y que el turismo internacional lo buscaría, entonces habría que crearlo.

Contado así parece una estúpida toma de pelo, sin embargo, ¿qué son nuestras tradiciones sino recuperación de ciertas ideas y su adaptación a momentos históricos?

Un ejemplo claro es Oaxaca, que apenas hace unos 25 años comenzó a hacer "la muerteada", una celebración de muertos que convocó a la bandas de los pueblos para hacer una especie de calenda con disfraces de todo tipo. Ante la necesidad de trabajo para las bandas y para los teatreros fue una respuesta rápida que en muy poco tiempo se volvió una "tradición" que ahora congrega a miles de personas y se concentra en varios pueblos de Etla.

Las mismísimas calaveras son un invento reciente, la búsqueda de una identidad plástica por parte de Diego Rivera y su recuperación de los grados de José Guadalupe Posada. Así vamos construyendo una "identidad" con el pretexto de lo milenario, pero en realidad mezclando y fundiendo, tomando de todos lados para sentirnos parte de una comunidad.

Ahora le llamamos México, en otro momento fueron cientos de pueblos diversos, ahora viene el mayor reto que será preservar algo en el mar de lo mismo que implica esta globalización, esta gran fiesta en la que hasta nuestra visión de la muerte termina fusionándose con el carnaval de Río de Janeiro y la tradición de disfrazarse para pedir no un dulce o travesura, sino nuestra "calaverita".

Les comparto un texto publicado en mi muro de Facebook, respecto de estos días:

"Mi bisabuela decía que eso de las calaveras eran "payasadas modernas", que la tradición de verdad era prender velas de cebo, poner ofrenda y agua. No olvidar la flor de muerto, las dos: la morada (pata de león, terciopelo, etcétera) y la naranja: (el cempasúchil.) Y claro hacer el pan, preparar todo los días antes y prender el horno de bola en la parte trasera de la casa tradicional.

Ella nació a principios del siglo pasado en un pequeño poblado alejado de la capital, nunca aprendió a leer ni escribir, pero fue secretaria del sindicato de recolectores de café y siempre presumía que traía toda la información de memoria desde México.

En el pequeño altar de año tras año había calabaza, dulce de manjar, cigarros y un poco de aguardiente. No había papel picado, sólo manteles hermosos bordados. Tampoco calaveras de azúcar, ni nada de esas cosas modernas".

"Mi bisabuela nació en San Pablo, un poblado surgido de un pueblo llamado Magdalena antes de quedar en ruinas a causa de una enfermedad. Doña Caritina nunca me dijo bien a bien cómo es que regresaban los muertos, pero ella siempre tuvo la comida y bebida favorita de cada uno de sus difuntos: sus hermanos que murieron niños, sus tíos y primos fallecidos en accidentes, su mamá y su papá, quien le enseñó a fumar desde muy pequeña pidiéndole que le encendiera el cigarro, incluso el aguardiente para su hijo mayor y los dulces para una nieta y hasta un bisnieto que murieron muy pequeños.

Siempre respetó el orden de los días. Iba poniendo los platos de acuerdo a cómo regresaban las almas, primero lo niños chiquitos, luego los "matados", los ahogados, las mujeres y así hasta llegar al primero de noviembre la fiesta de todos santos, el día en que volvían todos todos los muertos.?

Y es por ella que escribí en una calavera:

"Nadie piensa ya en sus muertos

ni les ponen su altares

en vez de eso bien cubiertos

con trajes de monstruos tuertos

van de fiesta a mil lugares".

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