La muerte, Lynch y Angelo Badalamenti

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Diana Gómez


Noviembre 06, 2016

En la semana me pidieron hacer una lista de las canciones que me recordaran a la muerte, ese tópico que puede abordarse por varias esquinas. Lo primero que me vino a la mente fue Angelo Badalamenti, que a decir verdad, sólo esperaba la oportunidad para escribir sobre él.

El estadounidense es un sujeto infinito y que siempre ha musicalizado para la oscuridad. No tengo otra imagen de la muerte más que de elegancia, grandeza, misticismo y sensualidad.

Efectivamente esa percepción está depositada en mi mente por Twin Peaks y David Lynch, quien en los 80 dirigió esa serie televisiva que sigue intimidando y gustando tanto, como si se tratara de una droga o sexo.

Todo se ha dicho de David Lynch, pero probablemente no tanto del enigmático trabajo que hizo con Angelo en ese entonces. Es muy fácil ingerir a Twin Peaks y al mismo tiempo darle un sorbo grande a su música.

La forma en que metieron al horno esas dos disyuntivas, la explica muy bien Badalamenti en un documental, en el que describe cómo Lynch se acercó a su piano Fender Roads para dirigir la música y encontrar el tempo perfecto que llevara al espectador al borde de la locura

"Estamos en un oscuro bosque, hay una suave brisa que sopla a través de unos árboles sicamores… y se oyen sonidos de animales de fondo. También se oye el ruido de una lechuza y estás en el bosque oscuro. Llévame a esa preciosa oscuridad con esa suave brisa", afirmaba Lynch mientras veía los dedos deslizarse de Angelo en su piano.

Lo que ejercía David sobre la composición no era más que el poder desde su sentido más puro, y no me refiero al poder que implica "mandar sin replicas ni explicación", sino el de comunicar e incitar para lograr algo que deje satisfechas a las dos partes.

Desde ahí podemos entender mejor a esta dupla audiovisual, porque si algo hizo este equipo fue cumplir el objetivo principal de Twin Peaks, lograr que el alma y la incertidumbre del espectador estallaran sin control alguno con la música.

Ambos entendieron que se necesitaban, que ese poder era ejercido por un productor que requería de un músico sensible como Angelo para lograr una relación que dejara melarse e influirse.

Badalamenti fue una masa dispuesta a transformarse ante un ser tan dominante como Lynch. Y eso ya era toda una explosión cósmica que sólo ocurre una vez en la vida.

Uno de los secretos de David Lynch fue imaginarse todo y ser una persona estricta y necia, que se exige a sí mismo tocar todo lo que se dibuja en sus sueños y subconsciente.

Es por eso que toda lo que visualizaba, lo describía. Angelo comparte cómo es que imaginaban a Laura Palmer en el bosque, perdida y triste, pero de pronto amorosa y llena de ilusiones.

Y es que los personajes tenían un perfil psicológico contrastante. El amor y el miedo iban de la mano, junto a una belleza extraña, que se movía con los gritos aterradores y el piano precioso de Angelo.

Lynch fue una punta de poder musical, pedía climax y después perdía intensidad a lado de la tristeza y el misterio. Tal como la muerte podría manifestarse, vulnerable pero fuerte y silenciosa.

La música en Angelo Badalamenti y David Lynch es una muerte lenta, gozosa y muy vanidosa. Valdría la pena repasar un poco más sobre esta dupla y lo excitante que resultó que trabajaran juntos para crear sonidos mortales. 

@dianaegomez

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