La solidaridad es muy necesaria

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Emmanuel SHERWELL


Noviembre 09, 2016

La solidaridad puede ser defina como la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Es uno de los valores humanos más significativos puesto que permite a una persona dar de sí en la necesidad de otra cuando ésta necesita ayuda. La solidaridad es un elemento constitutivo y estructural en la vida del hombre, es un sentimiento que motiva a una persona -en su libertad y plenitud-, a compartir el conjunto de los bienes materiales y espirituales sobre todo cuando se vivencia experiencias difíciles. Además, de ser un común denominador en el sano desarrollo de una sociedad y sus instituciones.

La solidaridad no es 'un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos (Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 38: AAS 80 (1988) 565-566.).

La expresión de Juan Pablo II es un claro llamado de unión con el servicio y la atención de los demás. Y por los demás podemos entender aquellos semejantes que viven en el hambre y la pobreza, en la indigencia, los huérfanos, los inmigrantes, las personas con discapacidad, los enfermos, los ancianos, en quienes están de luto, en quienes viven en la confusión, en la soledad o en el abandono; una solidaridad que en los demás debe abrirse a la acogida, a la tutela o a la adopción; que sepa hacerse voz ante las instituciones de cualquier situación de carencia o marginación.

Es en nuestro tiempo, en nuestro México, que debemos ejercer una acción más solidaria, en saber corresponder a la sociedad con diversas manifestaciones de actuación social para reducir el grave problema del desequilibrio entre riqueza y pobreza, de la dignidad de las personas y el acceso a las oportunidades.

Hombres, mujeres y familias pueden y deben ser sujetos de esta actuación corresponsable, por ejemplo, movilizándose para procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan la dignidad de las personas y las familias, sino que sostengan y defiendan positivamente sus derechos y sus deberes. Crecer en la conciencia de ser verdaderos protagonistas de la llamada política familiar y humana, y asumir su rol como transformadores de la sociedad.

Por su parte, los políticos también deben actuar bajo este principio, siendo más austeros, puesto que la austeridad debe ser su pauta. Sabemos que están muy bien pagados, pero no están vinculados e incentivados en la manera correcta para tomar sus decisiones. El espacio que se les ha ofrecido por medio del voto, para poder ocuparse y realizar algo importante en la sociedad, es desaprovechado. En la consecución de estos objetivos están obviamente implicados, junto a otras entidades sociales, los empresarios, que deben ser particularmente animados en su compromiso al servicio de la sociedad y del bien común.

Poner esta sencilla palabra en acción, significa que debe vivirse y experimentarse, dejar que emerja y cruce las puertas de las circunstancias económicas y sociales. Con ello, podremos identificar y afrontar los imperativos de la sociedad actual, la reducción de las desigualdades en la justa distribución de los bienes, la extensión de las oportunidades de la educación, salud, un hogar, la promoción de un crecimiento y de un desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente.

Estoy cierto que la solidaridad, bajo sus dos aspectos complementarios: como principio social y como virtud moral, invita al encuentro con una verdad fundamental y que tiene la potencia de situar a los hombres y a las mujeres en el camino que conduce al descubrimiento de su destino último y sobrenatural. A una verdad no sólo horizontal sino también vertical, en la natural inclinación de un modo de vida: compartir en comunidad y descubrir el sentido de uno mismo.

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