La relación de Fidel con México: una historia de encuentros y desencuentros

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Tomás Milton MUÑOZ


Noviembre 28, 2016

Fidel Alejandro Castro Ruz y México tuvieron una historia íntima, llena de significantes políticos para la relación bilateral, pero también para las relaciones con el resto de las naciones latinoamericanas y caribeñas durante la segunda mitad del siglo XX. El comandante fraguó el derrocamiento de Fulgencio Batista en territorio mexicano, recibió apoyo material y político de parte de los gobiernos priistas durante décadas, pero también fue sujeto a críticas en los gobiernos panistas por violaciones a los derechos humanos y fue "corrido" con un "comes y te vas" por un inocente Vicente Fox.

La historia de encuentros y desencuentros institucionales inició con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 y la alianza gestada en 1961 entre la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el gobierno de Fidel Castro, lo que supuso un reto para la política exterior de México, especialmente debido a la presión ejercida por Estados Unidos para aislar a la isla caribeña e impedir que los movimientos de izquierda de extendieran en otros países latinoamericanos y caribeños.

Entre las décadas de 1960 y 1990, los gobiernos priistas usaron la relación con Cuba como un elemento legitimador en el contexto nacional e internacional, ya que defendían el derecho de autodeterminación de La Isla en diversos foros como la Organización de Estados Americanos (OEA), de la que el país caribeño fue expulsado en 1962, y la Organización de Naciones Unidas (ONU), a cambio de que Fidel Castro no apoyara movimientos desestabilizadores en México.

La relación en ese periodo fue pragmática y le permitió tanto a Fidel como a los gobiernos mexicanos tener una alianza que influía en menor o menor grado en el resto de los países del continente, pero que se empezó a desgastar desde el gobierno de Ernesto Zedillo, quien dio cabida a encuentros con disidentes cubanos, y que tuvo un grave encontronazo con la administración de Fox en la víspera de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, celebrada en Monterrey en 2002.

Fox, de forma candorosa, le pidió a Fidel que comieran juntos y saliera para evitar encontrarse con George W. Bush de manera posterior en la cumbre, lo que no imaginó el presidente mexicano es que el cubano lo grabaría y lo expondría ante la opinión pública. El hecho, más allá de lo anecdótico, marcaba la posición del gobierno panista en materia de política exterior: no más concesiones a la Cuba de Castro que violaba los derechos humanos para así volcar toda la atención hacía Estados Unidos y su intento de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), proyecto defenestrado en 2005 por líderes progresistas surgidos en el Cono Sur, entre ellos LuizInácio Lula da Silva, de Brasil, y Néstor Kirchner, de Argentina.

Con Felipe Calderón se trabajó para que la relación bilateral se normalizara, sin embargo, la frialdad fue la característica que predominó, incluso cuando Fidel Castro dejó de ser el presidente de Cuba en 2008 para ser sustituido, al menos formalmente, por su hermano Raúl.

En la actualidad la relación bilateral es más simbólica que determinante para la región y para muestra está la ausencia de México en las negociaciones que permitieron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2015, tras más de medio siglo de su ruptura.

Con la muerte de Fidel también se cierra un capítulo de la historia de México en un momento en que es vital para nuestro país retomar las relaciones con los Estados de América Latina y el Caribe, a los que se ha descuidado desde la década en 1990 debido al proceso de integración económica que se ha vivido con Estados Unidos y que hoy luce endeble ante la llegada a la Presidencia de Donald Trump.

Fidel dijo en 1953 "la historia me absolverá", al momento de ser juzgado luego de los fallidos intentos por tomar los cuarteles de Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y en Bayamo, de forma respectiva, y aunque posteriormente su Revolución generó altos niveles educativos, integración racial y servicios de salud de primer nivel-en un contexto de opresión económica y política por parte de Estados Unidos-, en su legado también se encuentran una serie de fallas, entre ellas la polarización política -que provocó el exilio de millones de cubanos-, la falta de libertades para su población y un mandato prolongado de casi seis décadas y que a su muerte aún se mantiene en familia.

* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales (UNAM). Profesor de Cátedra en el Tecnológico de Monterrey en Puebla y profesor investigador en el Centro de Relaciones Internacionales por la UNAM.

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