Un desnudo y Richard Wagner

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Diana Gómez


Diciembre 04, 2016

Mi mente se bloqueó cuando vi a tres hombres frente a mí en un cuarto oscuro, me pregunté qué estaba haciendo ahí, pero sin meditarlo más, me senté frente a ellos, me quite la bata y temblé. Pensé en que debí haberme quitado antes la bata y después sentarme, así que como si fuera una máquina de tiempo, volví a levantarme y a hacer todo el ritual de manera correcta. Temblaba como nunca antes en mi vida.

Ninguno me vio detenidamente, sólo me pidieron que tomara una posición, la más cómoda para mí, pero incluso si me hubieran pedido que me acostara no estaría ni acercándome a la comodidad interna

Nunca pensé en el gran poder de un cuerpo hasta ese día que decidí desnudarme frente a tres extraños, quienes con sus trazos armarían pedazos de mí en sus lienzos. Fue una hora y media de autoconstrucción y de charlas, pero sobre todo de pensar en notas musicales, en piezas y en cuál sería la música que acompañaría ese grandioso momento.

Pensé mucho en Melancholia de Lars Von Trier y en cómo pudo hacer una película llena de tristeza y romance, de colores azules y rosas oscuros. Pensé en su personaje Justine, tomando un baño de luna mientras sonaban los crescendos de Richard Wagner, exponiendo su desnudez en una roca, sin pensar en nada y dejándose llevar por el apocalipsis.

Von Trier es uno de esos directores de cine que se aman tanto como se odian, por una sola razón: el estrés y la pesadez que pueden provocar sus filmes. Pero en Melancholia, la cosa se vuelve suave con Wagner.

En 2011 nadie podría pensar que dos mentes así pudieran unirse en un filme. Richard Wagner tenía ideas que impactaban en la sociedad alemana en el siglo 19. Utilizó a la música como el arte completo y absoluto, que se desarrollaba en la pintura, en el teatro y en la poesía.

También tenía muy en cuenta el pesimismo y la tristeza, luego de volverse un fiel seguidor de Arthur Schopenhauer, pero vivía en el romanticismo y no podía alejarse de ese movimiento. Es imposible abordar la tristeza sin saber sobre la felicidad, y viceversa.

Así pues, dos oídos musicales se unieron para acomodar escenas cinematográficas que, de alguna forma, también detallarían la unidad entre un cuerpo y la música. No imaginaría ver Melancholia con otro soundtrack.

Las piezas que se eligieron fueron Tristan & Isolda, y los minutos son impactantes, tal como arrasa un planeta a la tierra, o como Justine y su hermana se funden entre la pesada tristeza y sus propios demonios.

La representación de una Ophelia de John Everett Millais también se encuentra en la película. Una belleza que emula Kirsten Dunst con la música y la estética. Perfectas combinaciones para preguntarnos sobre la figura femenina en los apocalipsis y la fortaleza de las notas musicales.

Lo que provoca la música de Richard Wagner en Melancholia es construir un mar peligroso, que desnuda a cualquier mente y oído, que revuelve pensamientos y sentimientos para volver a comenzar de nuevo.

Después de pensar en Wagner, Von Trier, el universo y en la espontaneidad de los pechos de Justine, la sesión en ese cuarto oscuro terminó. Los dibujantes vieron aquellas sombras en mi cuerpo y las plasmaron. Volví a ponerme la bata y regresé a casa con una sonrisa que no podía contener.

Desnudarse no sólo significa erotismo, ni mucho menos es una actividad que sólo incluye a las personas extrovertidas. Es más bien, el encuentro con uno mismo, una mirada interna, un perdón, un momento de sensatez y de humildad.

Se trata de una historia que debe adornarse con sonidos y todas las artes que estos conllevan, tal como lo mencionó Wagner. Y que nos hace cerrar puertas y abrir otras para escuchar mejor lo que suena a nuestro alrededor y detenernos a entender las artes como la música.

@dianaegomez

Grado académico: Licenciada en periodismo e involucrada en la música y la cultura.

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