18 de Diciembre de 2016

Paco Calderón, el mejor caricaturista político de México (premio Moors Cabot 2014), publicó en el diario Reforma (13/12/21016) un viñeta a color escenificada en el cielo. Ahí entre nubes, José Vasconcelos da la bienvenida a Rafael Tovar y de Teresa, significando que ambos personajes, aparte de residir ya en el paraíso celestial, son equiparables en cuanto a su desempeño cultural. Pero a pesar de la buena intención y excelente cartón del artista, hay trecho entre enorme el filósofo nacido en Oaxaca y el gran promotor cultural que fue Tovar.

Los oaxaqueños debemos reconocer a Tovar por su labor única y distintiva aquí: su contribución a la reconstrucción de nuestro formidable emplazamiento de Santo Domingo de Guzmán. Cuando se hizo la gran obra restauratoria, entre 1993 y 1998, Tovar, como presidente de Conaculta, participó activamente en la supervisión y seguimiento de la obra arquitectónica y en la ministración de los recursos que la federación destinaba a tan magnífica tarea.

Tal vez sea momento de hacer un recuento de lo que sucedió en los seis años que ocupó ese trabajo. Era gobernador Diódoro Carrasco, quien se empeñó en recuperar el inmueble, que desde finales del siglo 19 era ocupado por el ejército. Comisionó a Armando Labra, Martín Ruiz Camino y Miguel Herrera, para hacer los primeros contactos con la Secretaría de la Defensa Nacional, si bien la negociación fue de alto nivel hasta obtener la aprobación del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien, convencido de las bondades del proyecto, con un guiño instruyó a Pedro Aspe, su secretario de Hacienda, que destinara los fondos para la obra. A Tovar le dio la gran encomienda de ser responsable de su culminación.

Pero no sólo el gobierno federal se involucró en el hecho. También el filántropo Alfredo Harp Helú, presidente de Fundación Cultural Banamex, otorgó una sustancial aportación al fideicomiso que presidieron Labra y Herrera, contando desde luego con la fuerte voluntad y recursos del gobierno oaxaqueño que aportaba trabajadores, insumos, materiales de construcción y una permanente vigilancia para que, el 24 de julio de 1998 fuera inaugurado el Centro Cultural Santo Domingo, por el presidente Ernesto Zedillo.

Ya antes la doctora María Isabel Grañén Porrúa había realizado el titánico esfuerzo de rescatar el acervo bibliográfico que fue del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, para erigir la formidable Biblioteca "Francisco de Burgoa", comparable con la Biblioteca Plafoxiana de Puebla y otros tesoros en Zacatecas y en México (así se ha llamado siempre la capital).

Tovar, al frente entonces del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes contaba con la decidida colaboración de Teresa Franco, directora general del Instituto Nacional de Antropología e Historia, mancuerna cultural inigualable. Ambos visitaban semanalmente Santo Domingo para el seguimiento de los trabajos de reconstrucción. Juan Urquiaga y Enrique Lastra, los arquitectos y el Comité del Fideicomiso, que seleccionaba objetos museográficos y asignaba cuidadosamente el dinero hasta entregar excelentes cuentas y resultados. Miguel Ángel Fernández fue el museógrafo.

Rafael Tovar significó mucho en esta historia. Se le reconoce su gigantesca promoción cultural y obra legada a Oaxaca pero no es del tamaño de Vasconcelos. Aunque escribió dos libros sobre Porfirio Díaz, uno de ellos, El último brindis de Don Porfirio, ameno y revelador de la grandeza porfiriana en las fiestas del Centenario está plagado de inexactitudes, algo inexplicable en quien controlaba los hilos culturales de México y ya daremos fe próximamente; quizá su propósito era mostrar las ineficiencias del gobierno en 2010, cuando el Bicentenario no fue más que una vulgar romería.

Saludamos a Tovar, por su afición a Oaxaca, por Santo Domingo, por apoyar el rescate de nuestra vieja grandeza.