Martes 20 de Diciembre de 2016

Al término del 2016, es necesario hacer un balance de lo que en México ha ocurrido este año y poner en perspectiva lo que está por venir para el siguiente. El año que se va nos deja un mal sabor de boca por las constantes malas noticias que vemos a diario en los medios de comunicación; lo que tiene sumido al país en una depresión colectiva que se manifiesta en las calles y redes sociales.

Entre los asuntos que tienen al país en una profunda crisis destacan las violaciones a derechos humanos, la violencia contra la mujer, la inseguridad, la guerra contra el narcotráfico, la desigualdad, y por supuesto, la corrupción; son los temas de la agenda pública que no permiten visibilizar las buenas noticias.

Sin embargo, no todo es malo, pues de nosotros depende que haya cambios y transformaciones profundas para México. No podemos, ni debemos perder la voluntad de hacer las cosas diferentes, intentando que el país marche hacia un mayor desarrollo para la mayoría, a partir de nuestro actuar personal, con el propósito de consolidar un Estado de derecho, donde impere la ley, la división de poderes, la justicia, la democracia, y un largo etcétera.

Si pensamos que ya no podemos o debemos confiar ni creer en ningún partido político o gobernante, debemos comenzar por ser cada uno de nosotros dignos de confianza, de credibilidad y personas honorables para nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y conocidos. Es una posibilidad de cambiar las conductas o prácticas indeseables que no queremos ni en la sociedad que conformamos ni en los políticos que votamos.

Según Francis Fukuyama, son tres categorías de instituciones las que conforman el corazón de un sistema político: el Estado, el Estado de derecho y un gobierno que rinde cuentas. Desde esta perspectiva, las instituciones son más que un producto social, el resultado de lo que la sociedad y el gobierno han creado a fin de dar un orden y rumbo a la organización política que representa el Estado. Lo valioso de este enfoque es que nos hace pensar que todas las decisiones que tomamos como personas y como sociedad son resultado de lo que hacemos o dejamos de hacer para evolucionar y darnos una calidad de vida que nos permita vivir, convivir y prosperar.

Toda sociedad presenta necesidades que deben ser cubiertas y retos cotidianos que habremos de ir resolviendo con un buen gobierno, pero también con una sociedad que esté dispuesta a acompañar el trabajo que realizan los gobernantes en la construcción de un mejor país. La solución de problemas públicos es colectiva; participar no es hacerle un favor al gobernante o simple crítica a su labor, es hacerse cargo cada uno de nosotros de nuestras responsabilidades para decidir sobre nuestras necesidades y a partir de nuestros propios intereses.

Los mexicanos debemos definir el tipo de nación que queremos y hacia dónde ir; los medios para hacerlo tendrán que ver con el tipo de decisiones políticas que tomaremos en 2017 y en 2018, pues el tipo de liderazgos que habrán de encabezar nuestros esfuerzos colectivos serán determinantes.

Si nos hemos equivocado antes, este será el tiempo político para corregir las fallas en el sistema político; si no ha sido así, seguiremos apoyando las fuerzas políticas que estarán obligadas a adaptarse a una nueva sociedad, e incluso será la propia sociedad protagonista directa de un cambio si se opta por la vía independiente.

Un buen gobierno nos es urgente en todos los niveles y siguiendo el mapa de ruta para los buenos gobiernos de McKinsey cuatro principios nos ayudarían a una buena gobernanza para el 2017: 1) El uso de evidencia para la toma de decisiones, 2) Mayor participación ciudadana, 3) Servidores públicos talentosos y bien remunerados; y, 4) El involucramiento constante del sector privado y las organizaciones de la sociedad civil para un mejor gobierno. Juntos podremos.

info@reconstruyendociudadania.org

@floresm_mx

* Politóloga del Tecnológico de Monterrey en Puebla