La realidad que nos envuelve

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Emmanuel SHERWELL


Diciembre 28, 2016

La realidad que nos envuelve e interpela no ha cambiado en lo absoluto. Un año más va a concluir y creo que para muchos de nosotros este singular 2016 cerrará igual que otros años, con una dura realidad, abrasiva y que continuamente sigue arrastrando y minando los esfuerzos de muchos por querer hacer de México un país mejor.

Si reflexionamos bajo la objetividad histórica de nuestro país surge una serie de preguntas que es necesario plantearse: ¿en qué ha mejorado nuestro país este 2016?, ¿el gobierno por el que votamos ha hecho diferencia?, ¿ autoridades y servidores públicos en quien "confiamos" realizan de forma transparente su labor?, ¿te parece justo que pese al escenario económico adverso que se espera para 2017 los sueldos de la clase política no sufran disminución, y que en algunos casos aumenten como en el caso del presidente de la República, diputados federales y ministros de la Suprema Corte?

Seguimos marchando en un país tatuado por la predominante e inacabable corrupción, una corrupción que no se castiga, dejando libre y permitiendo que los principales eslabones de esa gran cadena corruptible 'que no termina', sigan prófugos y sin castigo. Seguimos marchando en un país que tiene un creciente aumento de la violencia hacia la mujer, una violencia que no conoce fronteras, que va desde lo verbal, físico, emocional, económico, hasta terminar, en muchos casos, en feminicidio.

Entre 2007 y 2015 se ha duplicado la cifra de mujeres asesinadas y las autoridades siguen sin dar pasos firmes en la aplicación de la justicia. Seguimos marchando en un país donde el narcotráfico no tiene límites. En los últimos años ha incrementado su influencia en las 32 entidades del país y con un daño profundo en tantas familias, jóvenes y niños. Hoy día los cárteles mexicanos son los dueños absolutos, tanto del tráfico de drogas hacia Estados Unidos, como del mercado de estupefacientes en ese país, y en el futuro inmediato no hay autoridad pública u organizaciones que signifiquen una amenaza para ellos.

Seguimos marchando en un país que tiene una figura presidencial sumamente débil y cuestionada, sin la madurez propicia para hacer frente a las realidades internas y externas. Seguimos marchando en un país de ricos y pobres, con una clase media diezmada. Desde un punto de vista económico, el sistema produce a un mismo tiempo riqueza y pobreza. Los ricos siguen siendo más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Cuanto más intenta nuestro gobierno ajustarse a los niveles de desarrollo y crecimiento económico, más pobre la gente se hace. Un círculo vicioso en el que los pobres resultan ser siempre los perdedores. Marchamos en un país dolido con heridas cada vez más abiertas donde la historia misma no ofrece una consideración o aprendizaje.

Necesariamente, la actual situación de nuestro país nos debe replantear muchas cosas, pero una muy importante es el significado del servicio público, pues este debe ser una labor para el bien del país y no lo contrario, velando con particular solicitud por los pobres, por aquellos en situaciones de marginación y, en cualquier caso, por la mayoría de las personas cuyas condiciones de vida les impide un crecimiento adecuado. Pero todo parece lejano, los servicios que se reciben siguen siendo pésimos con una clase política que sigue sin estar a la altura de la realidad económica y social de México. El hartazgo es creciente.

Hoy requerimos de algo más que un compromiso político, que ya hemos visto, sirve de muy poco o nada. Los individuos, las familias, la Iglesia, las empresas, las organizaciones comunitarias, debemos superar esta disfunción pública y comenzar a realizar una función y tarea preponderantes. Es ahora que debemos levantarnos y sacar a la luz pública nuestro reclamo, comenzar a tomar la vida política bajo principios morales fundamentales. Es un deber nuestro, esencial de cada católico y de todas las personas de buena voluntad en cambiar la realidad que nos envuelve.

Es en nuestro tiempo que debemos formar rectamente nuestra conciencia, con un profundo deseo de cambiar. En nosotros está, y no en la clase política, tomar decisiones correctas para mejorar el país y la sociedad misma; de poder transmitir valores de generación en generación, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por México. Sigamos abogando por la justicia y la verdad, por la educación de la población en las virtudes individuales, para una mayor paz y vida digna de tantos hombres y mujeres. No nos quedemos al margen. En nosotros está adquirir la cuestión social, de lograr un amor preferencial, inspirados con las decisiones que nos inspira en la correcta razón, para no dejar de abarcar a la gran cantidad de gente con hambre, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor.

* Analista

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