Martes 03 de Enero de 2017

En el 2017 comenzó el fin del sexenio de Enrique Peña Nieto, debido principalmente a las fallas o factores internos de esta administración y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como fuerza política en el poder; mismos que han sumido en los últimos años al país en una crisis que ha colocado a la Presidencia de México como la institución más dañada y desprestigiada políticamente, como hace al menos cuatro sexenios no había ocurrido, según diversos estudios de opinión pública que reflejan la más baja aprobación del Presidente, oscilando apenas entre el 23 y el 30 por ciento aproximadamente al cierre de 2016.

Ya es difícil pensar en el 2013, cuando todavía el primer mandatario de la nación gozaba de los niveles más altos de aceptación al inicio de su gestión. Si bien es cierto que el poder desgasta no sólo a la persona que lo ostenta, sino al proyecto que representa, parece que para el gobierno en turno los problemas son oportunidades que habremos de superar, olvidando que es su función no sólo recaudar más sino gastar mejor los recursos públicos, de manera responsable, transparente y estableciendo los debidos mecanismos de rendición de cuentas cuando se solicita al Congreso autorización para endeudarse.

Es inaceptable que los funcionarios públicos tomen decisiones económicas, prescindiendo de las políticas, erogando recursos en comunicación social y publicidad por un estimado de 10 mil millones de pesos en campañas que intentan convencer a la ciudadanía de las bondades que las reformas podrían traer. Es injustificable el recorte al gasto en educación, investigación o salud, cuando los servicios personales de los funcionarios públicos se incrementan 8 por ciento frente a las narices de quienes hoy deberán ajustarse a lo que su bolsillo les permita gastar pues se prevé un escenario económico de grandes retos para el país.

Es incomprensible que mientras el ciudadano se "aprieta el cinturón," el gobierno no tenga la sensibilidad de reducir su gasto operativo frente a un descontento social que puede escalar. "El ritmo de crecimiento anual del gasto público federal en lo que va de la presente administración ha sido de 6 por ciento, en contraste con el ritmo de 4.5 por ciento de la administración del presidente Vicente Fox y de 4.1 por ciento de la del presidente Felipe Calderón." De esta manera, puede advertirse que la presente administración gastó en la primera mitad del sexenio a un ritmo 50 por ciento mayor al de las anteriores (México Evalúa: 2016).

Las causas de la debacle presidencial se centran hoy en la desconfianza y falta de credibilidad en el Presidente, debido a las promesas incumplidas por la reforma energética (aprobada en el Congreso y propuesta por el poder ejecutivo); reflejadas en el alza al precio de la gasolina o la luz. De poco sirvió la estrategia de comunicación para dar a conocer anticipadamente los beneficios de la reforma, sobredimensionando las expectativas a corto plazo, sin lograr explicar de forma oportuna y clara lo que en realidad podríamos esperar de los anunciados cambios para el país. A lo anterior tendríamos que sumar los escándalos de corrupción en el ámbito federal y estatal (por parte de exgobernadores priistas), que ponen al partido y a su máximo líder en una difícil situación de cara al proceso electoral local más importante de este año: el gobierno del estado de México.

El presupuesto 2017 plantea recortes estratégicos en educación, salud e infraestructura, lo que dificulta el crecimiento y desarrollo económico del país para el año que inicia y el cierre de proyectos de la actual administración. Es complicado pensar en el futuro del partido y del Presidente, ya que el balance general de su gestión no es favorable. Prometer lo que no se puede cumplir es un error cuyos costos pueden ser ya inconmensurables para el 2018.

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* Politóloga del Tecnológico de Monterrey en Puebla