La “posverdad”

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Mario DE VALDIVIA


Enero 22, 2017

"Posverdad" o "post-verdad", neologismo tomado del inglés post-truth está siendo utilizado ya en el lenguaje político, entre otras expresiones raras, como "clivaje" que poco se ha asimilado, o también "gerrimandering" para los expertos en distribución de proporciones electorales por territorio.

Así también la teoría de la "acción colectiva" introducida en manuales y conferencias de politólogos y cuya interpretación puede darse de varias maneras, aunque se trata de que la movilización de grupos organizados aunque pequeños puede tener influencia en la corriente general de opinión y en el voto.

Pero "posverdad" es otra manera de decir que las decisiones de una colectividad responden más a las percepciones o a los "feelings" que a los hechos objetivos; o en pocas palabras, que las mayorías pueden sucumbir ante las mentiras o ante los sofismas de líderes políticos.

En los recientes casos muy sonados del Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea o la elección de Donald Trump en Estados Unidos), se está usando el vocablo nuevo para dar a entender que después de una votación, plebiscito o referéndum, el resultado es contrario a la verdadera intención de las mayorías, o que también los resultados son negativos al interés comunitario.

Así, cuando los británicos votaron por seguir o no en la Unión Europea, el cómputo dio el triunfo a la salida, para que inmediatamente después el efecto de la acción colectiva mostrara que en realidad la mayoría no quería separarse de ese grupo de integración que ha mostrado sus bondades.

En los Estados Unidos de América, por el sistema de votación (cada estado determina por quien decide de acuerdo a su número de representantes electores) ganó Donald Trump, aunque si lo que contara fuera el voto individual, Hillary Clinton hubiera sido la triunfadora por haber recibido un mayor número de sufragios. Son en realidad 50 elecciones y cada una representa un número de votos electorales que se llevan al ente nacional colegiado que da el fallo).

Hace dos días, el fatídico 20 de enero para el destino de nuestra frontera, nuestro comercio, nuestras relaciones y nuestros paisanos emigrados, fue también propicio para que muchas organizaciones y espontáneos protestaran por el ascenso de Trump, a quien no se considera legítimo en algunos círculos de opinión por la bajeza de sus intenciones contra los grupos minoritarios (que ya son muchos y suman un alto porcentaje de población y habitantes) y por su ideario desordenado pleno de odio.

En Francia pronto habrá elecciones y se teme que la ganadora sea la ultraderechista Marine Le Pen, simpatizante de desprender a su país de la Unión Europea y abandonar la zona del euro, fracturando con ello aquella vieja alianza continental que tejieron Charles de Gaulle y Konrad Adenauer.

Los analistas suponen que para el país galo, Le Pen sería como Trump por su persecución racial y religiosa, aunque el caso europeo es más complejo y delicado porque ya surgen voces como de la misma Angela Merkel, canciller alemana, que señalan la desunión del viejo continente por el abandono del viejo lazo que los pudo mantener unidos: el cristianismo ya que en efecto, en Europa rondan el agnosticismo, gnosticismo, creencias esotéricas y el ateísmo que permeó durante la época del socialismo y hoy curiosamente Rusia está volviendo fervientemente a su ortodoxia, tan perseguida en los años de la Unión Soviética.

En México, para los formadores de opinión, la "posverdad" puede ser el exacerbado populismo del partido llamado Morena, del "Mesías Tropical" u "Orate de Macuspana", populismo que está llevando "agua a su molino", muchos seguidores que no perciben las mentiras ni la realidad objetiva de la economía, las finanzas y la política en general. Pero la culpa no es del "Peje", sino de la atroz y gigantesca corrupción y la peligrosa ineficacia de gobernantes y gabinetes que, ahora junto con Trump, están destrozando a México. Son nuestra verdad y posverdad.

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