Aspectos Jurídicos de la toma de protesta de Donald Trump

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José Juan ANZURES


Enero 24, 2017

El pasado viernes 20 de enero Donald Trump rindió protesta como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Más allá de cuestiones banales como su inenarrable copete o la compañía de su radiante esposa, la ceremonia fue en sí misma un acto jurídico repleto de formalismos y actos simbólicos sobre los que vale la pena reparar.

El primero en tomar protesta fue Mike Pence, quien con el acto se convirtió en vicepresidente de Estado Unidos. La razón es lógica, en caso de que el candidato a la presidencia no llegara a tomar el cargo o se ausentara después de hacerlo, debe haber quien lo sustituya inmediatamente para no dejar vacío el cargo.

Después de Mike Pence, Donald Trump juró el cargo de presidente sobre una Biblia de su propiedad y sobre otra que usó Abraham Lincoln en 1861. El juramento del cargo fue administrado por el presidente (chiefjustice) de la Corte Suprema de los Estados Unidos, John Roberts.

El juramento que repitió Donald Trump está recogido en el artículo II, Sección 1, Cláusula 8 de la Constitución norteamericana, que a la letra dice: "Juro (o declaro) solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos, y hasta el límite de mi capacidad, preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos". La Constitución da la posibilidad de cambiar la palabra juro por declaro, y es que la palabra jurar tiene una connotación religiosa, que implica poner a Dios como testigo; la palabra declaro o protesto connota la manifestación de la voluntad de una persona comprometiéndose ante los demás.

En cualquiera de las interpretaciones este "juramento", deja de manifiesto que la persona que asume el cargo de presidente se somete a la Constitución, o sea que no podrá actuar libre e irresponsablemente, sino sometido a la norma.

Al tiempo que juramentaba el cumplimiento de la Constitución, Donald Trump llevó a cabo dos conductas meta constitucionales introducidas por George Washington en 1789 y que quizá tengan sus orígenes en los ritos masónicos. La primera consistió en poner su mano derecha sobre una Biblia, la segunda en la enunciación de la frase "que Dios me ayude" (so, help me God). Trump juramentó sobre dos Biblias, como ya lo habían hecho otros presidentes incluyendo al mismo Obama y solamente tres mandatarios en la historia de los Estados Unidos no lo han hecho: John Quincy Adams juró sobre un libro de derecho, fortaleciendo la idea de que su actuar se sometía a las leyes; Theodore Roosevelt no utilizó libro alguno y Lyndon Johnson juramentó sobre un misal católico a bordo del Air Force One después del asesinato de John F. Kennedy.

Es relevante señalar que en el acto intervinieron los tres poderes, representando por un lado la unión y concordancia entre ellos, pero también la separación de los mismos que, como pesos y contrapesos, se controlan unos a otros. La ceremonia se llevó a cabo en el Capitolio, sede del Poder Legislativo y en última instancia de los representantes del pueblo norteamericano; si bien el evento fue televisado y visto por todo el mundo, en sus orígenes, cobraba importancia -y la sigue teniendo- que el acto se realice en la sede de los representantes del pueblo.

También estuvieron los miembros (justices) de la Suprema Corte de Estados Unidos en representación de todo el Poder Judicial y el hecho de que un magistrado haya "administrado" la toma de poder del vicepresidente y el presidente de la Corte haya "administrado" la toma de poder del presidente del país simboliza también que, como guardianes de la norma suprema, vigilan que los nuevos mandatarios se sometan a ésta.

Con el acto del viernes Donald Trump sometió su futuro actuar al orden constitucional de su país, a los demás poderes de la Unión y también a un poder supraterrenal; en pocas palabras a un orden positivo y a un orden natural.

* Director del Departamento de Derecho, Relaciones Internacionales y Ciencia Política del Tec de Monterrey Campus Puebla

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