Casas de Puebla y de Oaxaca
Puebla ha sabido conservar mejor sus casas novohispanas y algunas del Porfiriato, a diferencia de la capital nacional y de Oaxaca
Nos han enseñado historiadores y cronistas de tiempos pasados, que Antequera o Antequera de Indias (para diferenciarla de la Antequera malagueña, en Andalucía), fue trazada por Alonso García Bravo, "geómetra y alarife" dice Iturribarría, como ya habían consignado el padre José Antonio Gay y Don Juan B. Carriedo. García Bravo había dado forma también a la ciudad de México (siempre se ha llamado así, lo de Distrito Federal era un atributo de la capital). A su vez, la puebla (con minúscula) de los Ángeles (hoy mal llamada "Cuatro Veces Heroica Puebla de Zaragoza"), fue trazada según se atribuye, a Hernando de Saavedra. (puebla es un vocablo que significa poblado y se le aplicó a la Angelópolis en la etapa de su construcción). En esas ciudades de trazo ortogonal y situadas conforme a la iluminación de la aurora, se utilizó como unidad de medida la vara castellana que equivalía, más o menos, a tres pies (cada pie 305 milímetros, y la vara 91.5 centímetros equivalente a un pie en el sistema inglés); así, las cuadras de Antequera (hoy Oaxaca de Juárez, ex Distrito del Centro), miden aproximadamente 100 varas de extensión y las manzanas 100 varas cuadradas; el sol oriente da luz en el amanecer hacia las calles más largas, pero la radiación solar es casi pareja y no fue difícil trazar cuadras de cien por cien varas. En la puebla de los Ángeles (luego Puebla con mayúscula), por la alta radiación en verano de oriente a poniente, las calles en esa orientación son de 200 varas y de norte a sur de 100 varas, de manera que la fuerza lumínica en clima seco se distribuyera a lo largo y atenuara la onda cálida y se aprovechara calor e iluminación. Por encargo de Hernán Cortes, la Muy Noble y Leal Ciudad de México fue trazada también en forma cuadricular usando la misma medida de vara castellana, con lo cual nuestros conquistadores se anticipaban algunos siglos al sistema métrico decimal. (Miguel Mancera cree y engañó a todo el país diciendo que la capital se llamaba "Distrito Federal", asignación que correspondía a la antigua distribución por distritos administrativos en todo el país). El punto central y de partida en la traza de las tres ciudades, fue la Plaza Mayor, en donde se construyeron zócalos o plataformas (es un error decir "plancha del zócalo"); las Casas Consistoriales (luego palacios de gobierno); y la sede eclesiástica o Catedral, lo que fue dando uniformidad a villas, pueblos y ciudades que se fueron levantando durante el virreinato, la mejor etapa constructiva del actual país. En las tres ciudades se construyeron casas señoriales, palacetes, palacios, conventos, hospitales, colegios, seminarios, universidades, institutos, cárceles, templos y otras magníficas edificaciones que dieron lustre a la tierra que impresionó a Humboldt y a otros viajeros como Poinssett (gringo enemigo) o Madame Calderón de la Barca (Frances Eskine Inglis, escocesa). Esos hermosos inmuebles han ido sufriendo deterioro y destrucción, especialmente en México y en Oaxaca. La malentendida modernidad ha arrasado con la arquitectura valiosa que legaron los pioneros constructores de la ingeniería urbana. Puebla ha sabido conservar mejor sus casas novohispanas y algunas del Porfiriato, a diferencia de la capital nacional y de Oaxaca, donde sin miramientos se derrumban casas o se destruyen por dentro para dejar fachadas y simular que los llamados "centros históricos" tienen valor intrínseco y que han preservado la fisonomía original. No tenemos un Víctor Hugo que evitara la devastación urbana de los regímenes creadores. Él salvó la catedral Notre Dame y casi toda la Ciudad Luz, París, que iba a ser demolida por la fiebre revolucionaria. En especial, Oaxaca no requiere un relator de historias urbanas recientes e inventadas, algunas sobre asuntos del pasado sin documentación de por medio. Urge un defensor y reconstructor del urbanismo estético que nos fue legado en la luminosa etapa de su creación del siglo 16. |
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