Ignorancia, falta de preparación y ego desmedido: una mezcla explosiva

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Barthélémy MICHALON


Febrero 19, 2017

Menos de un mes después, ya son numerosas las áreas en las que la nueva administración estadounidense ha demostrado su capacidad de daño, a nivel tanto interno como internacional.

La reciente designación de un climatoescéptico para dirigir la Agencia de Protección Medioambiental y de una adversaria de las escuelas públicas, como secretaria de Educación, son algunas de las múltiples señales que indican que la empresa de demolición solamente está en sus inicios y que seguirán siendo abundantes los motivos para lamentar la dirección tomada por la primera potencia mundial.

Sin embargo, las deficiencias y los errores de Washington son susceptibles de provocar consecuencias más repentinas y devastadoras en un campo en particular: las armas nucleares.

Por obvias razones, este campo es especialmente sensible. Hasta la fecha se ha logrado mantener un delicado equilibrio, por medio de acuerdos laboriosamente negociados entre potencias que tenían consciencia de la imperante necesidad de evitar una reacción en cadena, que sería sinónimo de devastación para todos. Lamentablemente, ni el equilibrio ni los acuerdos son el fuerte del actual ocupante de la Casa Blanca.

Aunque resulte difícil ponerle punto final a semejante lista, tres factores parecen representar, en conjunto, el origen y la explicación de buena parte de la conducta errática del nuevo mandatario estadounidense: la ignorancia, la falta de preparación y un ego desmedido.

En una reciente llamada telefónica con el presidente ruso, Trump dejó en evidencia esta peligrosa combinación de defectos suyos, precisamente en el tema donde con más razones deberían estar desterrados: cuando la conversación abordó el tema del Nuevo Tratado START, el estadounidense pidió una pausa y preguntó a sus asesores de qué se trataba este documento.

No se trata de un oscuro texto de importancia secundaria, sino de un acuerdo bilateral firmado en 2010 que establece un tope al número total de cabezas nucleares que tanto Rusia como Estados Unidos pueden tener, con un calendario específico para su reducción gradual y mecanismos de verificación de los compromisos.

Más adelante, el tristemente famoso portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, trataría de salvar las apariencias argumentando que su jefe no había solicitado datos factuales al respecto sino una "opinión" sobre este tratado.

Sin importar cuál de las dos versiones es cierta, este episodio es un motivo de preocupación: es un hecho que Trump desconocía el contenido de un tratado fundamental en materia de proliferación nuclear, o por lo menos que no sabía qué pensar al respecto.

En el contexto de la campaña electoral, el candidato Trump ya había sacado a relucir su ignorancia acerca de las cuestiones nucleares (entre otras): ahora que está sentado en la oficina oval demuestra que sigue sin dominar temas de primera relevancia y que no ha considerado oportuno compensar esta ignorancia por medio de una preparación básica.

Usualmente, las interacciones con líderes extranjeros están precedidas por un briefing sobre los temas de mayor relevancia, pero quien más necesitaría estas sesiones decidió descartarlas por confiar ciegamente en su supuesta comprensión intuitiva de las grandes cuestiones y en su capacidad de improvisación.

La ignorancia en estos niveles de responsabilidad y de poder es un defecto embarazoso. Negarse a prepararse adecuadamente para corregirla, es una falta grave. Pero el diagnóstico para Trump no se limita a ello: sobre estas bases tan vergonzosamente endebles basa sus decisiones, sin tomarse el tiempo de la reflexión.

Es por ello que, en esta misma conversación con el Kremlin, se lanzó de repente en una severa crítica del Nuevo Tratado START, cuya existencia acababa de descubrir. Este rechazo no estaba fundamentado en motivos reales, sino que no era más que el producto de su incansable deseo de denigrar lo existente y de imponerse sobre su contraparte, sea quien sea.

Putin no puede ignorar que esta postura es una impostura: lejos de dejarse intimidar por estas demandas improvisadas vía telefónica, lo que detecta es una debilidad, y por ende una oportunidad que sabrá aprovechar. Lo que está en juego no es nada más que el régimen legal existente contra la proliferación nuclear.

* Internacionalista en el Tecnológico de Monterrey en Puebla

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