La huachiCOOLtura del siglo 21

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Martín CORONA


Marzo 09, 2017

Si como afirma Roberto Saviano en su libro Cero Cero Cero: "La cocaína es la gasolina de la sociedad", la gasolina es sin duda el elemento maestro de nuestra cultura. Millones y millones de dólares se mueven al año por la cocaína, dinero para sobornar gobiernos, para pagar a millones de trabajadores: transportadores, productores, vendedores, re vendedores y todo un mundo que han llamado Narco Cultura. Una forma de ver el mundo basada en la importancia del dinero, en la violencia y la fe en lo efímero de la existencia cuyo único propósito es vivir a todo lujo, presumir ante un pequeñísimo grupo social y morir de la forma más violenta posible.

En los últimos meses se ha vuelto común escuchar sobre los huachicoleros, pero ¿quiénes son, qué son y a qué se dedican? Una rápida búsqueda en internet nos dice:

"El huachicolero es aquel criminal dedicado al robo de combustible. Y lo han denominado así, quizá por el surco o huacho que debe hacer (mucho más profundo por supuesto) para ordeñar los ductos de Petróleos Mexicanos. El crimen organizado ha diversificado su actividad delictiva". (Fabián Pulido, 2016)

Las últimas noticias muestran gigantescas torres de fuego a la luz del día, entre poblaciones de Puebla, mientras los niños van a la escuela y la vida transcurre "con normalidad". Cada vez es más común saber, ver y enterarnos de esto como nos enteramos de otro puente, de una nueva re encarpetación de una avenida, un robo con violencia por un celular o un asalto dentro de un autobús urbano.

Me parece que el oficio delictivo del huachicolero debiera tomarse con la seriedad que requiere, me parece que a este paso se irá conviertiendo poco a poco en una fuente millonaria de ingresos, en una forma de ir convirtiendo a una región en un importante motor económico. Si, como dicen las notas de prensa, ya hay grupos peleando por su control, gente de todas las edades "trabajando" para ellos, entonces no tardarán mucho en surgir todas las manifestaciones culturales que ha demostrado la cocaína y el narcotráfico ocurren a partir un delito que se convierte en un gran negocio.

De manera que, seguramente, comienza a gestarse una corriente literaria basada en la forma de pensamientos de los huachicoleros, seguramente también habrá manifestaciones plásticas, complejas instalaciones y por supuesto veremos a los pequeños grupos de cumbia y banda locales convertirse en fenómenos mediáticos. Sin embargo, nada de esto sería posible sin un elemento básico e indispensable: la política.

Necesitaremos, luego de algunos años, una cruzada contra el huachicol, una manera de evitar que siga cobrando más muertes, una campaña que emplee toda la fuerza y el presupuesto del estado contra esta manifestación. Claro que de preferencia sea sólo para controlar ese delito, para llevarlo hacia un sólo lado, pagado por un sector que lleva decenas de años trasegando con combustible. Y, obvio, necesitará un presidente, un comandante, un líder que enarbole y represente todos los esfuerzos. Claro que estoy jugando con algo que ya ocurrió, pero ¿acaso el olvido no condena a la repetición?

Y la creación de más autos, la instalación de empresas ensambladoras, la creación de carreteras, caminos y puentes que hacen de un trayecto en línea recta la más intrincada manera de gastar más gasolina da cuenta de ello. El mundo parece mostrarnos que los pies no son más para ir de un sitio a otro, sino para mostrar finas zapatillas y calzado costoso, la manera de mover a la humanidad es sólo una: la gasolina. Y todo el negocio que se desprende de ella, sea legal o ilegal.

La nueva apología del huachicolero sólo tiene un peligro, uno latente y en cierto modo inminente: las nuevas tecnologías. Del mismo modo que la industria de los rieles y los trenes tuvo su mayor auge unos años antes de la incorporación del automóvil, quizá este gran avance carretero, automotriz y de combustible fósil sólo sea la gran ilusión previa al desencanto. No podemos evitar darnos cuenta que los drones, los autos eléctricos y otras tecnologías amenazan con desplazar rápidamente a la gasolina y al auto, así que esperemos, sólo esperemos ver si la huachicooltura florece o decae, si se repetirá la historia del ferrocarril al auto o padeceremos algunos años más los conflictos de la gasolina y la pléyade de negocios a su alrededor.

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