Laicismo mexicano

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Mario DE VALDIVIA


Abril 16, 2017

Hoy Domingo de Resurrección culmina la Semana Santa en el mundo cristiano. Católicos, anglicanos, evangélicos y luteranos coinciden en la conmemoración. En los primeros se consideran como días de guardar el Jueves Santo y el Viernes Santo, pero no el Lunes de Pascua; en los anglicanos y luteranos el Viernes Santo y el Lunes de Pascua sí son de reposo. Los ortodoxos celebran en grande los días santos, pero con unos días de diferencia por razones del viejo calendario.

En el calendario oficial mexicano, tanto jueves como viernes de la Semana Santa no son oficialmente días de descanso, pero se sigue la inercia de la vieja fe católica mayoritaria del pueblo mexicano y el gobierno acepta que la burocracia, la banca y otros negocios, dejen de trabajar, se hace de la vista gorda.

El Estado mexicano, al menos constitucionalmente, se dice ser "laico", que no profesa religión alguna, que existe libertad de creencias y que en las escuelas está prohibido impartir enseñanza religiosa. Es una falacia. En realidad el Estado y el gobierno en México, aduciendo razones históricas, persiguen a una creencia religiosa en particular: al catolicismo, religión que sí fue la oficial del Estado Mexicano hasta 1857 y que su persecución a partir de las Leyes de Reforma, provocó, en tiempos de Juárez y Lerdo, una brutal guerra civil, una cristiada y, como sabemos, entre 1926 y 1929, la radical legislación contra la Iglesia generó otro revolución no reconocida oficialmente: la Guerra Cristera, persecución e intolerancia caracterizaron el régimen callista con la pretensión de eliminar la religión mayoritaria, como lo intentaba también el régimen soviético.

Casi todas las monarquías constitucionales de Europa tienen religión oficial, pero son verdaderamente tolerantes y laicas: patrocinan la enseñanza religiosa en escuelas oficiales, según elijan los ciudadanos. En Estados Unidos todo se hace en nombre de Dios, pero se practica verdaderamente la tolerancia de credos.

Juárez, a quien se tiene como paradigma del laicismo y a quien se lo presenta como católico (que sí lo fue hasta un cierto tiempo), persiguió a la Iglesia católica y no tenía empacho en proclamar al protestantismo como una mejor religión y hasta propició la inmigración de confesiones evangélicas como los metodistas y los presbiterianos, a los cuales les dotó de inmuebles arrebatados a conventos y a templos católicos.

En México es una moda y práctica actual, criticar al catolicismo y hasta es casi obligatorio mofarse de quien profesa esa creencia: se suele aplicar el despectivo "mocho" o "confesional" por expresar sinceramente su fe; en cambio, si alguien se declara "cristiano" (de moda esa suerte de fundamentalismo bíblico) se le mira con respeto, lo mismo sucede si alguien se dice musulmán o sintoísta. En los colegios de la comunidad judía, es obligatoria la enseñanza religiosa y quizás por ello ese conglomerado es respetuoso de sus tradiciones, de costumbres y de su respeto por los antiguos principios morales. Igual sucede con la laboriosa comunidad menonita, de profundo arraigo religioso. Pero si se observa, el gobierno mexicano no es laico frente a la enseñanza de la religión judía y de los menonitas.

Termina la Semana Santa, se hacen representaciones casi circenses y morbosas de la pasión de Jesús; hasta las estimulan algunos gobiernos estatales porque no pueden ir contra los usos y costumbres. Pero en tratándose de educación religiosa, el Estado es implacable a sabiendas de que por esa causa vivimos una de las más feroces etapas históricas de la delincuencia, del crimen organizado, de narcotráfico, de corrupción gubernamental y de la pérdida de valores cívicos y morales.

Pero desde las esferas del poder, el lerdismo y el callismo siguen presentes. La actitud antirreligiosa –que no laica¾ está carcomiendo los cimientos de esta nación, urgida de una restauración cívica, perdida ya por el implacable celo de falsos defensores de un laicismo lacerante.

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