07 de Mayo de 2017

En el artículo anterior, dediqué el espacio al análisis de la coyuntura actual mexicana, destacando el desempeño del gobierno federal en el combate a la corrupción, y particularmente, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al ser el partido político en poder. Me pareció que el acontecer actual nos permite prospectar de cierta forma el futuro que busca enfrentar el PRI con una estrategia político-electoral de cara a los comicios del 2018; consciente de la percepción y opinión pública.

En esta ocasión, revisaré la situación que enfrenta el Partido Acción Nacional (PAN) en la definición de las reglas del juego, y el conflicto abierto y público que mantienen los aspirantes que buscan la candidatura panista a la Presidencia de la República. Desde el 2016, cuando se comenzaron a perfilar las aspiraciones de Margarita Zavala, Ricardo Anaya y Rafael Moreno Valle, comenzó la guerra interna en el PAN. Se hizo del conocimiento público la intención de cada uno de ellos por obtener la precandidatura, y naturalmente, la candidatura del PAN, pero también los por qué no eran cada uno de ellos la mejor oferta política del partido, dicho por ellos mismos. Así iniciaron las descalificaciones entre todos ellos.

En este sentido, el partido político, aún sin estar en el tiempo indicado, con las reglas del juego interno definidas y sin haber al menos la posibilidad de un diálogo interno y a puerta cerrada para dirimir de forma estratégica el rumbo del partido, se hizo evidente el grado de descomposición interna al que ha llegado el PAN (entre la militancia conservadora o tradicional y el ala pragmática que ya tiene su propio espacio). La transformación o metamorfosis del PAN, parte de la lucha anunciada desde 1939 por un país democrático, a partir de los valores internos que promulgaba, optando en plena transición hacia la democracia por distinguirse como un partido pragmático en aras de obtener el poder, haciendo alianzas con la izquierda, siendo derecha, y postulando candidaturas sin haber siquiera militancia o representatividad de sus valores con el propósito fundamental de mantener sus espacios de poder.

La prueba más clara de la crisis interna del PAN se manifestó en el Consejo Nacional del partido de hace unos días, ya que mostró el desorden interno y falta de respeto a los equilibrios que se necesitan para definir el proceso de selección interna para la precandidatura y candidatura panista, a fin de recuperar la Presidencia de la República. Perdiendo así una gran oportunidad de conciliar las diferencias internas, a fin de darle rumbo al partido; lo que abre la posibilidad de una ruptura que planteó el expresidente Felipe Calderón, si es que su esposa no es la candidata por el PAN.

Por ende, este partido político deberá enfrentar la competencia político–electoral en el 2018 de forma estratégica, postulando a una persona que permita garantizarle tres cosas:

Unidad interna, pues si la situación del partido continúa de la forma en que se han venido desarrollando, los conflictos internos irían escalando, a tal punto, que lo debilitarían frente a los adversarios y esto generaría no sólo rupturas internas, sino la pérdida de la Presidencia de la República. Si llega unificado podrían ganar la elección, pero si llegan al 2018 divididos, no sólo se habrá perdido la presidencia, sino la unidad del partido.

Ser un referente o modelo a seguir en el combate a la corrupción, esto significa que cualquiera de los aspirantes que logre la candidatura necesita diferenciarse de sus propios correligionarios y de los candidatos de los otros partidos políticos, en torno a una trayectoria política intachable. De tal forma que no exista un impedimento para el partido político para llegar a la contienda electoral sin escándalos de corrupción política.

Competitividad frente al fenómeno político que representa Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ya que en política no existe enemigo pequeño. Es y sigue siendo desde hace tres procesos electores federales un factor determinante para definir la estrategia político-electoral partidista.

Aunado a estos tres elementos, agregaría un último, que no sería atribuible a la persona que encabece la candidatura a la Presidencia de la República, sino al resultado de las elecciones en el Estado de México.

¿Qué será del PAN? Sólo el PAN lo sabe, en este caso, depende de los panistas su propio futuro.

* Politóloga del Tecnológico de Monterrey en Puebla

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