Huachicooltura, hija prodigio de la narcocultura

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Martín CORONA


Mayo 11, 2017

Los mexicanos tenemos una cultura rica siempre abierta a enriquecerse y seguir creciendo. Herederos del sincretismo hacemos de cada idea, imagen o acción que nos llega un nuevo modo de ordenar la realidad. Para ejemplo cómo el catolicismo entró en nuestras venas como cuchillo en mantequilla, instaurándose con una facilidad y fuerza que quinientos años después siguen en pie, marcando nuestro calendario festivo, mezclado con las tradiciones ancestrales, los ciclos del maíz, una nueva iconografía y una nueva identidad.

Nuestra forma particular de asir la realidad es así: incorpora y se redefine cotidianamente usando lo que viene de afuera, creando maneras muy particulares de relación, grupos sociales e identidades. Nos sentimos mexicanísimos al escuchar un mariachi que toca sones. Música que desde Europa llegó adaptada y adoptada por las culturas que, a su vez, la habían adaptado de África y otras conquistas y mezclas.

Sin embargo, el fenómeno de la ilegalidad en nuestro país rebasa la lógica de nación, la idea de estado de derecho y, muchas veces, hace de la constitución una referencia apenas importante para el juego económico de la ley a merced del dinero.

En este contexto llevamos casi 30 años creando para nosotros y el mundo una forma de percibir la realidad, un nuevo esquema de pensamiento y una manera de vivir la vida. La narcocultura creó en el mexicano promedio una manera de vestir, en la cual los modos de un par de pequeños poblados del norte mexicano se convirtieron lentamente en la forma de identificarse de quienes se dedicaban al negocio ilegal de las drogas. Mostrando su dinero, su poder y su violencia extrema por medio de ciertos códigos de conducta, vestimenta y consumo han consolidado un nuevo grupo social que trasciende fronteras. La manera de ser de un narco es fácilmente identificable en muchos países de latinoamérica y Estados Unidos, incluso no faltan orientales que siguen esta moda de vestimenta y comportamiento.

Las noticias recientes de huachicoleros nos dejan sorprendidos. Ni siquiera mencionaré los supuestos y trascendidos violentos que quieren vincular a familias e individuos con esta actividad ilegal, pero sí hablaré de las explosiones cotidianas en la zona poblana, de los enfrentamientos con militares, de tanques de gasolina resguardados por autoridades, de cómo la población toma una carretera encendiendo llantas e impide el libre paso como protesta.

No es mi intensión condenar ni evidenciar nada más que la idea de cultura entre la gente, además de mencionar que del mismo modo que en 1985 el caso Kiki Camarena inició una forma violentamente brutal de ser narcotraficante podemos ver en las noticias relacionadas con los huachicoleros el arranque de una nueva forma no solo de delito, sino el inicio de una cultura que está creciendo.

Probablemente los esfuerzos de las autoridades logren erradicar a los grupos delictivos relacionados con el robo clandestino de gasolina. Quizá los delincuentes sean sólo unos cuantos y con mandarlos a la cárcel sea suficiente. Sin embargo, en el pasado reciente podemos ver cómo un ilícito millonario sólo puede seguir creciendo y el narcotráfico, entre muchos otros, nos deja evidencia de ello.

A nadie sorprende escuchar que en las fiestas de aquellos rumbos contraten a los grupos musicales que cantan los corridos a los huachicoleros, menos que ya exista una manera de vestir e identificarse entre sí, códigos de conducta, maneras (violentas o no) de confirmar o negar negociaciones.

Lo cierto es que los llamados huachicoleros, además de la derrama económica y el delito, nos están heredando una nueva manera de ser delincuente, una forma de ver la realidad con música, con su propia manera de hablar y hasta palabras nuevas que se incorporan a nuestro uso del castellano, como huachicolero mismo.

La huachicooltura va sentando sus nuevas maneras, formas y lenguajes debemos estar muy pendientes de cómo el robo de gasolina se convierte poco a poco en una manera de ser en el mundo, no es sólo un ilícito que deja dinero, sino el marco para un nuevo paisaje social y cultural.

La ilegalidad en México tiene en el narcotráfico un aporte ideológico al mundo, si bien nada positivo ni envidiable, sí capaz de reclutar en sus filas a millones de personas que se fascinan. ¿Será el huachicol capaz de trascender el mero ilícito para convertirse en una nueva cultura en nuestro país?

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