Venezuela: de la democracia a la dictadura
Más de cuatro años han pasado desde que inició la crisis en Venezuela, tras los primeros meses de gobierno del presidente Nicolás Maduro. En estos años, hemos sido testigos del desabasto de productos de primera necesidad y de insumos para la industria; de los históricos niveles de inflación; de la persecución política a la oposición, así como de polémicas decisiones por parte del jefe del ejecutivo que han puesto en jaque el estado de derecho en este país bolivariano.
Desde finales de marzo de 2017, la crisis se agravó cuando el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela anunció que absorbería las facultades de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Como resultado, miembros de la sociedad civil organizada y líderes de la oposición convocaron a "la madre de todas las marchas", incrementando la tensión social y política, así como la presión internacional, tras el incremento de la violencia de las fuerzas del orden contra la población civil.
Bajo este contexto, se han emitido posturas tanto de apoyo como de rechazo al interior y al exterior de Venezuela. Hay quienes afirman, como el presidente de Ecuador, Rafael Correa, que Venezuela sigue siendo una democracia y que, por lo tanto, no debiera existir presión nacional ni internacional en torno a la administración de Maduro. En este sentido, ¿cuáles pudieran ser argumentos para definir si Venezuela es o no una democracia? A continuación, expondré tres elementos.
Al interior, existe una descomposición social que ha polarizado las posturas de los venezolanos. Hoy, difícilmente, alguien se mantiene neutral a la crisis. O apoyas al oficialismo, o estás contra él. La resistencia civil pareciera ser una luz en el camino. No obstante, quienes han salido a las calles a manifestarse contra el régimen han sido recibidos con gases lacrimógenos, balas de goma y, en el peor de los casos, hasta disparos de arma de fuego.
En innumerables ocasiones, Nicolás Maduro ha defendido el carácter democrático de su gobierno pero, ¿cómo puede haber democracia en un Estado donde la sociedad no puede ejercer la libertad de expresión ni el derecho de asociación? En un contexto democrático, la aprobación de la opinión pública es vital para gobernar, lo que no ocurre en Venezuela, ya que 3 de cada 4 venezolanos están a favor de que Nicolás Maduro abandone el cargo. Conclusión número uno: donde no hay legitimidad, no puede haber democracia.
A pesar de la presión internacional en torno al uso de la fuerza pública contra la población civil en el marco de las manifestaciones, la policía antimotines continúa en las calles conteniendo las protestas, bajo constantes denuncias de represión y violación de derechos.
En otro sentido, la oposición es otro elemento vital para un sistema democrático, como freno o contrapeso al ejercicio del poder político. Desde que salieron victoriosos en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, la oposición se ha aferrado a la Asamblea Nacional como instrumento de contrapeso al poder absoluto del ejecutivo.
En una democracia, naturalmente, así debiera ser. No obstante, Nicolás Maduro ha decretado distintas medidas para neutralizar las facultades de la Asamblea. Conclusión número dos: donde no hay contrapeso de poderes, no puede haber democracia.
Para una democracia, el cumplimiento de la ley tanto por gobernantes como por gobernados es imprescindible. En varias ocasiones, la Asamblea Nacional Venezolana ha acusado a Nicolás Maduro de violar la constitución.
Una de las faltas más graves ocurrió en 2016, cuando el presidente omitió la presentación del presupuesto nacional ante el poder legislativo y decidió aprobarlo por decreto, incumpliendo con los artículos 311 y 313 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Conclusión número tres: donde no hay legalidad, no puede haber democracia.
Sin libertades, sin contrapeso de poder y sin legalidad, no puede existir democracia. ¿Es Venezuela, entonces, una dictadura?
