Martes 23 de Mayo de 2017 |
No puede haber una democracia sin una prensa libre, porque la democracia es un gobierno de opinión Giovanni Sartori ¿Qué pasaría en México si viviéramos un día sin periodistas? Un día sin saber qué está sucediendo en el país, en los estados y en los municipios; sin información sobre lo que hacen los gobernantes con los recursos públicos; sin conocer las opciones que tenemos los ciudadanos para elegir un gobierno cuando hay una elección, ni la opinión pública sobre los partidos políticos o la intención de voto; sin conocer el grado de violencia e inseguridad que existe en el territorio nacional. Escenario impensable en una democracia, donde la función de los medios de comunicación resulta vital para su existencia; significaría un silencio absoluto entre gobernantes y gobernados, entre los actores sociales involucrados en el desarrollo del país; siendo lo más lamentable una condena futura, pues sin la historia que construyen los medios de comunicación, poco entenderíamos del pasado y mucho menos del rumbo del país. Desde hace aproximadamente una década, la muerte de periodistas se ha ido incrementado en México (Martínez: 2016), pero en 2016 se registra un repunte creciente, ya que tan solo en lo que va de este año, de marzo a mayo, han sido seis los asesinatos contra la labor periodística (El Universal); siendo el último el de Javier Valdez, fundador del semanario Ríodoce, en Sinaloa. En el último sexenio, se han incrementado las denuncias contra los periodistas, llegando a un estimado de 800 denuncias por agresiones de la libertad de expresión, de las cuales, apenas tres llegaron a sentencia condenatoria, representando esto un 99.75 por ciento de impunidad en estos asesinatos (Instituto Belisario Domínguez, Senado de la República). Dato que refleja la inseguridad creciente en distintas entidades federativas y en puntos distantes: Chihuahua, Veracruz, Guerrero, Sinaloa, por mencionar algunos casos recientes. Reto sin duda para el Estado, donde se está vulnerando a través del miedo la libertad de expresión y el derecho de acceso a la información pública, entre otros. En un clima donde el periodismo está siendo silenciado ya sea por la clase política incómoda o por el crimen organizado, resulta escandaloso pensar que muere un periodista al mes por el peligro que representa para los medios de comunicación hacer su trabajo. Es inaceptable que se "normalice" un problema público de esta proporción y que en nuestras propias narices se publiquen portadas de luto o marchen cientos de periodistas por el país sin que en realidad pase mucho; porque sigue sin impartirse justicia en casi el 100 por ciento de los casos y sin que la sociedad civil se solidarice lo suficiente. Salvo algunos ejemplos, como Artículo 19, Expansión, El Heraldo, Nexos, Letras Libres, Animal Político, Horizontal, me parece que ha sido insuficiente la reacción de los propios medios por defender no sólo su oficio, sino la existencia de voces libres, independientes, profesionales para el buen funcionamiento de nuestra democracia. El Estado debe actuar de manera eficaz para garantizar la gobernabilidad democrática, debe ser capaz de ser gobernable ante la ola de violencia que está afectando de forma significativa la labor de los periodistas; son en total 36 los asesinados en el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto y es urgente que se proteja la vida de quienes ejercen esta profesión y nuestro derecho a saber qué está pasando. Para que exista un paradigma de gobernabilidad democrática debe haber congruencia entre los discursos y los hechos, y principalmente, de los valores que se consideran fundamentales para un régimen democrático, como la libertad de expresión. Si en un país matar a un periodista es garantía de impunidad, estaríamos cerca de un contexto de ingobernabilidad, por eso aplaudo la condena del gobierno federal ante estos hechos, al convocar a los gobernadores y al Jefe de Gobierno para fortalecer las medidas de seguridad para el trabajo periodístico, pero esperamos resultados, por el bien de todos y de la propia democracia. En conclusión, un día sin periodistas es un escenario al que no deberíamos llegar, pues estaríamos renunciando a ser libres en un país democrático. *Académica del Tecnológico de Monterrey |