La vocación de ser maestro

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El pasado 15 de mayo celebramos el Día del Maestro. Tengo la suerte de ser maestra, soy maestra por vocación. Ser maestro, no sólo es un trabajo, una profesión, es algo que va más allá y que te enfrenta a innumerables situaciones diarias, como la lucha por mantener los conocimientos al día, la investigación y la publicación de resultados, la preparación de las clases, la renovación de los contenidos, la evaluación continua de los alumnos y, por supuesto, la tan necesaria retroalimentación individualizada.

Cada día es un día diferente, esta profesión se basa en la relación entre personas, con sentimientos y emociones cambiantes. Cada día es necesario socializar, crear y mantener unas buenas relaciones entre maestros, entre alumnos y entre alumnos y maestros, por satisfacción personal, y como requisito indispensable para que la transmisión y creación de conocimiento, así como el desarrollo de competencias sea un éxito.

Enseñar es compartir, compartir experiencias y conocimientos con el porvenir, la esperanza e ilusión de los alumnos. Compartir un compromiso con el entorno social, intentando enseñarles que, disfrutando, siendo felices y ejerciendo su trabajo dentro del respeto y de la ética profesional, será posible una mejor sociedad.

El objetivo de un maestro, mi objetivo, es ayudar a mis alumnos a alcanzar una meta de conocimientos, a desarrollar actitudes y habilidades, a orientar estas competencias dentro de la rama específica que están cursando. Conducir y guiarles, una vez adquiridos, para que sean realmente útiles a la sociedad, y corregir aquellos defectos o vicios que pudieran desviarles de la meta final.

En esta tarea del aprendizaje, el maestro tiene que ser creador e investigador, flexible e inspirador. El alumno debe participar en la construcción del conocimiento, y como el profesor, debe ser creativo y reflexivo.

La relación maestro-alumno debe ser bidireccional requiriendo la participación activa de ambos.

Los métodos deben ser interactivos, con estudios previos, trabajos en grupo, casos y problemas reales. De forma conjunta participar en esta tarea, basando el aprendizaje en una problemática común en la que el maestro, como guía, debe empatizar, motivar a los alumnos, tener seguridad en la transmisión de conocimientos y desarrollo de habilidades, saber argumentar y poder observar si son recibidos sin dudas. Apoyarse en la claridad de ideas y de exposición, en la sencillez. Con ejemplos claros y fáciles de entender. En definitiva, el maestro debe poseer capacidades comunicativas. Se presupone que el maestro sabe lo que tiene que comunicar, pero si no sabe cómo comunicar, la interacción se rompe.

Esta profesión exige esfuerzo, mucho esfuerzo pero, aunque en ocasiones es infravalorado, tiene maravillosos premios y recompensas: alumnos que pasado el tiempo informan a sus profesores que han conseguido sus objetivos; el recuerdo que, aunque pasen los años, ellos guardan de un buen profesor…, pocos son los que, a lo largo de su vida, no se acuerdan de un buen maestro; el saludo y la plática cuando se acaba el trabajo; el continuo aprendizaje de maestros y alumnos; el propio crecimiento profesional y personal… Tantas cosas y tantos momentos que hacen que cada día haya nuevos retos que superar para pertenecer a esa comunidad de maestros que, con pasión, dan lo mejor de sí mismos para conseguir que todo esto sea posible.

*Profesora del Tecnológico de Monterrey

Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno

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