Creeré en la política cuando…

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Martín CORONA


Junio 01, 2017

Nací a finales de los 70, en medio de una crisis económica. Mi familia nunca tuvo fortuna, ni empleo formal, ni vínculos con la política o las empresas de su época. Provengo de padres trabajadores, de la última generación de artesanos que ganaban el dinero con sus manos, ya tejiendo, ya tapizando, ya haciendo un poco de comercio. Y en la preparatoria tuve la oportunidad de ser representante de mis compañeros, de que los jóvenes de aquel entonces me golpearan a la puerta de la escuela por no ceder ante sus caprichos de hacer ellos los "eventos" de la escuela, que en realidad eran sólo negocios. Tuve la oportunidad de que el hermano de un exalcalde fuera el director y me ofreciera dinero y tragos por dejar que la cena-baile de graduación fuera para una empresa en particular.

Recuerdo que muy enojado escribí un breve texto llamado: Haz lo que amas, hazlo bien y no te metas en política y lo publiqué entonces en mi fanzine escolar. A más de 20 años de entonces no he cambiado mi forma de pensar; sin embargo, quiero darle una oportunidad a la política, quiero creer como la mayoría de la gente en esos rostros y figuras que llenan espectaculares y anuncios de Facebook.

No es fácil ser un outsider y aceptarlo, quedarse fuera de las charlas de café, es más, no ir al café por temor a preguntas incómodas con respuestas aún más incómodas. Es por ello que sí creeré en la política, sólo quiero poner unos cuantos puntos, casi condiciones. Son cosas muy obvias que en la acepción misma de la idea de política se dan por descontadas, pero como no las he visto en mis años de vida, pues las pido si no como condiciones al menos sí cómo maneras para poderme acercar.

Recesión económica

Cada que hay elecciones, de cualquier nivel, padezco económicamente. Deja de "haber dinero" porque "hay campañas". Y es absurdo porque el dinero que debería estar entre la gente dándole seguridad y certezas para salir a votar, está concentrado en comprar obsequios y acuerdos supuestamente relacionados con el voto.

Cuidado de la ciudad

Lo menos que puedes pedirle al representante de un municipio, pueblo, ciudad o estado es que las cosas materiales estén en buen estado. Por ejemplo: carreteras, parques, jardines, vialidades, edificios públicos, etcétera. Sin embargo, en los últimos años padecemos cómo se cierran calles una y otra vez para pavimentar una y otra vez las mismas vialidades sin consultas ciudadanas, sin aparente necesidad y sin ningún tipo de seguimiento, ni evaluación.

Obras

La gente necesita que los gobiernos ayuden a mejorar sus condiciones de vida, no sólo con puentes o carreteras, sino con servicios y un constante estudio y consulta de sus necesidades. Sin embargo, no conozco en las ciudades donde he vivido hasta ahora un sólo estudio o consulta, siempre llegan y te avisan -en el mejor de los casos- que se hará tal o cual obra sin si quiera tomarse la molestia de informarte quién será el beneficiado. Si por casualidad su oponente político pierde o no gana de esa obra, hará una campaña de desprestigio tan injustificada como la propuesta misma y, en el mejor de los casos, la obra no se realizará nunca. En el peor, todo queda en el olvido y sigue todo adelante sin que nadie vuelve a recordarlo.

Compromiso con su comunidad

Cuando un representante puede comprometerse con la gente y trabajar por ella, buscando mucho de lo anterior y quizá más es perfecto. Pero la experiencia en estos casos me dice que esa perfección no existe, la gente desde hace mucho no cree en sus representantes, sabe que "robarán poco", que "al menos es conocido" y muchas frases del tipo. En el mejor de los casos su compromiso será con su pequeñísima comunidad: quienes le ayudan en campaña, sus asesores, familiares y amigos cercanos.

Creación de comunidad

Hacer comunidad en los espacios que gobiernan sería ideal, porque de ese modo se podrían unificar criterios y hacer más asertivas las iniciativas para obras o servicios. Pero a la vez, el representante tendría un poderoso grupo de observadores, un pueblo consciente de que él es su empleado. Y me parece que eso no se lo puede permitir.

Y termino rápido con cosas como "Nula ostentación económica", una fuerte "preparación intelectual". Pero me detengo en un tema esencial, que durante los últimos cien años es la base política: su vínculo con la empresa. Así es, la política y las empresas fueron primas, ahora no sólo son hermanas sino dos caras de una misma moneda. Es terrible asomarse a la historia reciente y ver cómo el estado ha dejado su trabajo a la empresa y esta última sólo busca seguirse enriqueciendo, que los ciudadanos seamos consumidores y, para poder seguir creciendo más, una estabilidad a prueba de todo y a costa de lo cualquier cosa.

Creeré en la política cuando todos podamos ver que sirven a las personas, sea como "servidores públicos" o, al menos, como un interlocutor que velará por sus intereses ante el poder del dinero.

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