Nuestra vida como palimpsesto

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Diana Isabel JARAMILLO


Junio 05, 2017

Al leer The palimpsest, de Matthew Battles, confirmé que la alegoría del libro, como si fuera un ser humano, funciona siempre. Hoy que está de moda el coaching life o ayuda para ubicarte en el presente, entender el pasado (bueno, pongan cualquier corriente psicológica); la figura del palimpsesto cabe: "Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente" (RAE); o "antigua forma de reciclar" u "objeto con una superficie para escribir, reusar o alterar, manteniendo su naturaleza" (OED).

Escribir, explica Battles, es un proceso que en la historia de la humanidad apareció después de la lectura, incluso, la escritura es un proceso reciente. Leímos la naturaleza, el cielo, los procesos biológicos, los gestos del otro, aun antes de poder explicarlos y plasmarlos en un texto. Escribir fue un proceso necesario para vencer al olvido en función de la sobrevivencia y la propagación. No fue fácil, requirió de siglos de maduración neuropsicológica.

Testigos de esa evolución de la escritura se encuentran en los vestigios de palimpsestos bibliográficos de arcilla (de los sumerios allá por el 3mil 300 a C), papiro, pergamino, vitela, papel, madera. Están los palimpsestos arquitectónicos que en sus muros y columnas guardan historias, textos, pinturas y estructuras diferentes a las que se ven a flor de piel.

Así, aunque "palimpsesto" se refiere a ese objeto reescrito que en general se valora más por cada capa que conserve, tiene otras acepciones que Battles utiliza para explicar desde los procesos históricos de la evolución de la escritura, hasta los procesos individuales de la maduración del ser humano: "¿Qué más que un palimpsesto natural y poderoso es el cerebro humano?" (Thomas De Quincey).

Al crecer, aprendimos a escribir sobre lo ya escrito. Al hacerlo, también fuimos conscientes de la vulnerabilidad de la reescritura que en cualquier momento podía conjurar para mostrarnos aquella inscripción que debió ser borrada.

En un palimpsesto se esconden varias historias que se leen entre líneas: cambios en el formato, preponderancia de unos temas sobre otros, subestimación de historias o de autores, carencia de materiales, cambios en la tipografía, innovaciones en la edición, censuras y expurgos.

De la misma forma, al estudiar un cerebro, se ven bajo la superficie un sinfín de temas que fueron dando consistencia a la psique: arquetipos, experiencias traumáticas o alentadoras, herencias, imágenes, sonidos, sensaciones y percepciones sin fin.

Battles propone un ejercicio ilustrativo para entender cómo un palimpsesto puede explicar nuestra conducta. Consiste en reescribir sobre el manual de un aparato que esté en desuso o de un software nuevo. Por lo general, los manuales están llenos de lugares comunes o instrucciones inteligibles, por lo cual el resultado podría mostrar si somos propensos a repetir o a innovar explicaciones, metáforas, estructuras.

Lo mismo pasaría con el libro de nuestra vida. Si pudiéramos, quizás nos ahorraríamos palabras y, posiblemente, agregaríamos más color y mejores imágenes a ciertos momentos. Quién sabe, podríamos tan sólo reescribir, renglón por renglón, de idéntica manera cada minuto de nuestra existencia, si así fuera (qué felicidad) podríamos no necesitar terapia alguna.

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