Qué de los textos autobiográficos

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Diana Isabel JARAMILLO


Junio 19, 2017

Toda lectura es autobiográfica: no podemos leer de otra manera, no hay lectura neutra.

Alberto Manguel.

El libro es la tentación del universo y del hombre de ser leídos en su muerte común. Posibilidad permitida de durar.

Edmond Jabés.

En los estudios de las humanidades, la literatura intimista: los diarios, las cartas y las autobiografías -principalmente las de los escritores- es de incierta clasificación, aún no terminan de definirse como historia o ficción.

La escritura de estos textos surgió como un ejercicio ascético poco tiempo después de que la lectura se hizo privada, XVII; la lectura, porque siempre hay curiosos de conocer lo que ellos aceptan como verdad: la vida del autor que firma como el escritor. 

Los escritores que publican sus autobiografías se construyen como un personaje-lector al que el descubrimiento del libro le dio sentido a su experiencia (Ricardo Piglia en El último lector). Es una arriesgada odisea y, en las más de las ocasiones, termina siendo sólo un ejercicio narcisista; una empresa literaria que, como anotaba Kafka, está destinada al fracaso donde radica su gloria. 

Si de autobiografías tempranas se trata, en nuestro contexto cultural, bien podríamos acudir a la hagiografía que resultó Vida interior, libro de Juan de Palafox y Mendoza, XVII. En ella, y tras un largo y penoso juicio, Palafox refirió su ambición de reformar la administración pública de la Nueva España, para aceptar que había perdido en la encomienda.

El tema autobiografía o "escritura de la propia vida", poco tiempo después de Palafox, es señalado en la Ilustración. Aunque, para el teórico Phillipe Lejeune, las obras en las que aparece el "yo" abarcan desde San Agustín hasta Montaigne, fue Rousseau al publicar Confesiones, quien inauguró prácticamente el (no) género al rememorar su vida desde un mea culpa que lo eximía en la Historia de las reformas intelectuales enciclopedistas.

En la modernidad y en la literatura de nuestro país, leer las dos de Sergio Pitol, Autobiografía precoz y, decenas de años después, Autobiografía soterrada; nos da luz sobre el arte del autor para volverse personaje: "Vivir y escribir me significan las mismas cosas", pero, advierte al lector, en ellas encontrará una "esencial insinceridad".

Varias veces le preguntaron a Octavio Paz si escribiría su autobiografía, a lo cual contestaba que para conocer su vida, acudiera, el "desocupado lector" (es una frase de Cervantes en el Quijote que cabe sarcásticamente), a sus poemas. Tenía razón, Paz tuvo cuidado de no caer en una lectura exclusiva, de "hacerse hombre por obra de su trabajo", por "las percepciones de la otredad".

Al final, buscamos leer la autobiografía de algún escritor porque, con antelación, nos volvimos un personaje de sus novelas o sentimos sus poemas o reflexionamos con sus ensayos. Al encontrarnos con sus textos íntimos, como lectores pactamos feliz y libremente con el autor para creerle, limitamos nuestra libertad de interpretación (Umberto Eco), acomodamos nuestro sentido común para atender al momento en que la chispa de genialidad y de creatividad lo azoró. Como lectores, entre las páginas personales, cual vecino pendiente de la vida del otro, nos ilusionamos con el personaje quien, a pesar del mundo y a través de la escritura, logró que la memoria de su vida, su última esperanza, se perpetuaran.

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