Martes 20 de Junio de 2017 |
En el marco de la coyuntura política actual del país, marcado por los desafortunados resultados electorales pasados en cuatro entidades federativas y la incremental pérdida del Estado de Derecho en México, es preciso reflexionar por qué estamos así y pensar si podríamos estar mejor. La democracia, como régimen político, no solo se refiere al conjunto de personas que nos gobiernan porque fueron votadas en una elección, sino a los valores y forma de gobierno que tenemos, que claramente no tiene satisfecho al ciudadano por sus resultados, de acuerdo a diversas encuestas de opinión pública. Siendo esto un problema de capacidad directiva de un gobierno democrático para satisfacer las demandas sociales. Si bien es cierto que la sociedad está compuesta de gobernantes y gobernados, en una democracia representativa como la nuestra, existe una predisposición de desprecio y desafección hacia la clase política, principalmente porque las decisiones políticas tienden a obedecer a intereses particulares y no al interés general o de la mayoría. Siendo una especie de democracia indirecta, en la que el pueblo no gobierna, pero elige representantes que lo gobiernen (Sartori, 1994). Sin embargo, la verdadera representación no puede existir en la democracia sin el apoyo de la forma más elemental de la participación ciudadana, que es la de votar por nuestros representantes. Si los ciudadanos siguen sin participar ni siquiera en elecciones, aun cuando podrían elegir a quien mejor los podría gobernar (teniendo ese derecho y esa libertad), permiten así que lo que califican como malos gobiernos, se mantenga en el poder, ya que, ante la apatía, desinterés o desconfianza, se puede seguir compitiendo en elecciones, sin replantear la oferta política, ya que no hay límites o controles por parte del ciudadano. Entre los factores que inhiben la participación ciudadana en México, de acuerdo a los datos obtenidos de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica del INE (2017-2023) encontramos lo que, muy probablemente, serían los ejes estratégicos del siguiente gobierno de la república: 1. Corrupción: 3 de cada 4 mexicanos piensa que México tiene una corrupción total o sistémica, tomando como referencia la definición de Transparencia Internacional (que hace alusión al abuso del poder público para beneficio privado). Es decir, predomina la percepción de que el poder político es equivalente al enriquecimiento personal (y los ejemplos sobran para el ciudadano). 2.Desigualdad. El 1 por ciento de la población concentra el 60% del ingreso en el país, demostrando que, aunque se ha avanzado en la forma de elegir a los gobernantes, la realidad es que falta mucho para hacer en cuanto a la forma en que se gobierna porque los problemas estructurales de pobreza, desigualdad e injusticia no se han resuelto para la mayoría. 3. Impunidad. El 95 por ciento de los delitos denunciados en México quedan impunes, lo cual se ilustra cuando impera la muerte de mujeres, periodistas y casos de corrupción política que siguen sin ser resueltos. Escenario que se agrava esta semana con un reportaje de The New York Times, en el que se evidencia que incluso el Estado mexicano ha utilizado un software especializado para temas de seguridad con el propósito de espiar a activistas, periodistas o defensores de derechos humanos que quizás pudieran develar verdades incómodas. Hecho que, desde la perspectiva de los afectados, busca intimidar, acosar y censurar la libertad de expresión en el país, lo que sería inaceptable en una democracia, ya que estas prácticas son características de otro tipo de gobierno, que no es democrático. 4. Discriminación. 7 de cada 10 mexicanos discriminan por preferencia sexual, género, etc., hecho que también se aleja de uno de los valores supremos de la democracia, que es la tolerancia. Desde esta perspectiva, en un contexto de indiferencia y desconfianza que revela el malestar social y descontento con los resultados de la democracia, nuestra cultura democrática enfrenta importantes desafíos, como es fortalecer nuestra calidad ciudadana (que afecta tanto a gobernantes como a gobernados); acceder a la información pública (lo cual es un derecho constitucional y no una concesión del Estado), así como una mayor rendición de cuentas y transparencia del gasto público. De acuerdo con esta estrategia, que engloba un conjunto de políticas públicas, se podrían crear las condiciones para mejorar nuestra cultura cívica participativa para recuperar el espacio público y el poder ciudadano para frenar los abusos del poder y acelerar la exigencia de mejores gobiernos. La realidad quizás nos supera hoy en día, pero debemos pensar que esos números que hablan de nuestro país, podemos cambiarlos. Aunque para ello, debemos partir de la voluntad, la convicción y el compromiso de que todos somos corresponsables del rumbo de México; desde el momento en que acudimos a la casilla de votación hasta la última decisión que tome la persona por quien votamos. La democracia no es solo electoral, es mucho más que eso y por eso requiere ciudadanos participativos. @floresm_mx / info@reconstruyendociudadania.org*Profesor de Tiempo Completo del Tecnológico de Monterrey |