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Hong Kong, un riesgo a nivel local y nacional para el gobierno chino

Hong Kong, un riesgo a nivel local y nacional para el gobierno chino

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Ayer primero de julio, Hong Kong celebró el vigésimo aniversario de su reincorporación a China. Esta isla, que durante mucho tiempo fue estratégica como centro portuario, pasó bajo control del Reino Unido a mediados del siglo XIX. Esta conquista fue una de las numerosas humillaciones que Londres impuso sobre Beijing a raíz de su victoria militar sobre un Imperio Chino cuya decadencia era clara para todos salvo para los integrantes de la corte imperial, quienes se negaban a reconocer esta realidad.

A inicios de la década de 1980, las autoridades chinas y británicas aprobaron una declaración conjunta que establecía que precisamente en el año 1997 la soberanía sobre Hong Kong sería transferida a Beijing. En el momento en que este documento fue negociado, China estaba lejos de contar con el peso que ahora exhibe, por lo que fue posible asociar esta "retrocesión" a varias condiciones que, por un periodo de cincuenta años, permitirían preservar muchas de las especificidades de la isla. Entre ellas destacan el mantenimiento de sus propios sistemas de gobierno y de justicia, así como su independencia en el campo comercial y monetario.

Hasta la fecha, la Región Administrativa Especial de Hong Kong sigue gozando de un estatus sumamente atípico dentro del mastodonte centralizado que es la República Popular de China: en su exiguo territorio no existe esta extraña mezcla entre comunismo y capitalismo que se ha desarrollado en las últimas décadas en el resto del país. También existe ahí un nivel de derechos civiles y políticos considerablemente mayor que en la "China continental": el contraste es especialmente visible en el campo de la libertad de manifestación, de prensa y de expresión. Por ejemplo, cuando en 2010 Google decidió retirarse del mercado chino para evitar el mecanismo de "autocensura" impuesto por el gobierno, lo que hizo fue trasladar sus oficinas y sus servidores a Hong Kong, donde pudo operar con normalidad, aunque con dificultades periódicas para que sus servicios fueran accesibles desde el resto del país.

Si bien esta situación es envidiable en comparación con lo que impera en las áreas bajo control directo de Beijing, sigue siendo alejada de los estándares internacionales en materia de democracia. Un ausente notable es el sufragio universal directo: las autoridades locales están designadas a través de un proceso complejo que deja poco espacio para la voluntad popular. Por este motivo, cada año, en la fecha aniversario de su reincorporación a China, residentes de Hong Kong desfilan en las calles para exigir la instauración de una democracia completa. En el verano de 2014, la muy pacífica "revolución de las sombrillas" paralizó la entidad durante más de dos meses para promover estas demandas, sin obtener concesiones significativas.

Desde la perspectiva de Beijing, la evolución de la situación en Hong Kong representa al mismo tiempo un motivo de preocupación y una fuente de información valiosa.

Un motivo de preocupación, primero, porque ahí no cuenta con todos los recursos disponibles en la "China continental" (represión, intimidación, censura…) para mantener o recuperar el control, por lo que el grado de imprevisibilidad es mayor. Preocupación, también, porque lo que pase en Hong Kong podría ser visto como un modelo a seguir en otras partes de China, donde una clase media creciente, más educada y más exigente, acepta con cada vez menos facilidad las limitaciones a las que está siendo sujeta en el campo político.

Asimismo, Hong Kong es una fuente de información muy útil para los dirigentes chinos: la entidad es una especie de "laboratorio", es decir, un espacio donde, por razones históricas más que por decisión propia, se ha implantado un sistema experimental de democracia parcial. De cierto modo, la evolución de la situación en Hong Kong puede prefigurar lo que podría pasar en China en su conjunto, en caso de que cierta dosis de democracia fuera introducida en su sistema político, ahora claramente de corte autoritario.

La actitud reciente de los dirigente chinos respecto a Hong Kong, deja en claro qué tan preocupados están y a qué conclusiones han llegado respecto al caso de la entidad. Presente en la Región Administrativa Especial para celebrar el vigésimo aniversario de su reincorporación, el presidente Xi Jinping ha pronunciado un discurso sin ambigüedades: recordó la existencia de una línea roja que los activistas prodemocracia no deben cruzar. Una manera clara de expresar que Beijing toma muy en serio lo que está pasando en Hong Kong y que no está dispuesto a dejar que se desarrolle una dinámica de contagio al resto del país.

 

bmichalon@itesm.mx

* Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey, en la carrera de Relaciones Internacionales

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