El cambio y transformación que las ciudades han sufrido en los últimos diez años es innegable. El aumento sostenido de su población, así como la especulación de la nueva llegada de habitantes desarrolla de forma masiva el paisaje urbano y la vida que antes conocíamos. Sin duda estos cambios tienen muchos componentes y culpas, pero lo que quisiera resaltar, es que son cambios, y así son. Al menos por el momento. Nuevas propuestas urbanas aparecen, y desde Lomas de Angelópolis hasta la renovación de la Avenida Juárez, o desde intervenciones en Anillos Periféricos hasta calles completas en Forjadores; representan un abanico de oportunidades de construir la ciudad. Para mejorarla. O empeorarla.

Para empeorarla hay proyectos por todas partes, principalmente inmobiliarios; desarrollos que explotan la ciudad de sus centros o núcleos consolidados y sólo alejan a sus habitantes cada vez más de una oportunidad de trabajo digno. Para mejorarla hay también muchos ejemplos, entre los que destacaría aquellos que buscan agregar valor a la ciudad consolidada y promueven la movilidad universal. Ejemplos como el del nuevo bulevar Forjadores son contados, pero son obvios, porque enseñan y dan ventaja a quien la necesita; en este caso al peatón, ciclista y usuario de transporte público. La calle completa no debe estar en discusión y debe ser un modelo que replicar en cualquier vialidad de esta ciudad, Puebla.

Para quienes no estén familiarizados con el concepto de Calle Completa, se refiere a una calle que esté pensada desde la banqueta hacia el interior de la calle, dando preferencia alta a peatones, y baja a transporte vehicular. Justo lo que se necesita como ciudad. ¿O no? La realidad, negativa si se quiere ver así, es que somos una ciudad llena de gandallas, de criminales y personas que nos limitamos a respetar las normas mientras no nos afecten. Ciudadanos, hay muy pocos.

El diseño de la ciudad puede ser una de las actividades que como sociedad tendemos a menospreciar. Nunca estamos satisfechos, y a veces es porque las vialidades no tienen suficiente banqueta, y a veces porque hay demasiada; a veces porque el camión se para donde sea y a veces porque sólo para en cierto espacio.

La realidad es que, si tratamos de importar o plantear ideas universales de diseño urbano, éstas siempre estarán pensadas para ciudadanos, para una cultura cívica, para gente que busca mejorar su ciudad. Pero, ¿es en verdad lo que queremos?, ¿lo que buscamos?, ¿lo que necesitamos? Pareciera durante la última transformación de la ciudad que lo que sobra en ella es gente irrespetuosa, que da una importancia menor al espacio público y que las ciclopistas le importan un bledo. Así mismo, somos ciclistas que vamos por calles en sentido contrario, que siempre vamos a la defensiva porque nadie nos respeta. Y somos peatones, que nos enojamos cuando un coche no se apresura o nos da el paso en esquina porque desconfiamos que nos vaya a atropellar. Desconfiamos de todo, y todos. Y ese es el principal problema de la ciudad.

¿El problema somos los humanos que nos hacemos llamar ciudadanos? ¿El problema es el diseño de las ciudades? ¿Un poco de todo? Aspirar a un entorno que habitemos que mejore con el tiempo parece muy difícil, y nos da la idea que salvo que nos mudemos pronto, las cosas no cambiarían. Estoy seguro de que, a un mediano o largo plazo, esto sí podría cambiar, lo que podemos hacer es reconocer cuáles son las virtudes de los espacios que abrazamos y respetamos, y tomarnos de ellas para que se repliquen, sin quejas, pero con críticas. Respetar el espacio que agradecemos, confiar un poco en el que está junto a nosotros, y saber que si vamos en un automóvil tenemos menos poder sobre la calle que el transporte público, así como ciclistas reconocer que el peatón tendrá otra más grande. Y lo más importante, saber como peatón que existe un derecho a la ciudad que empodera y da valor sobre la misma.

*Profesor de Cátedra de la Escuela de Arquitectura Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey.

@dansavedra