La migración en la renegociación del TLCAN

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Tomás Milton MUÑOZ


Agosto 20, 2017

La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), iniciada el pasado 16 de agosto en Washington, tendrá sobre la palestra una serie de temas ríspidos como reglas de origen, medio ambiente, competitividad, déficits y comercio digital, sin embargo todo apunta a que de nueva cuenta se desperdiciará la oportunidad de incluir en la mesa la libre movilidad de personas en la región a pesar de la integración de mercados laborales que de facto existe entre los tres socios comerciales.

La migración es un punto sensible en materia de política interior, especialmente para Estados Unidos, que con su actual mandatario Donald Trump ha visto en los inmigrantes indocumentados una mina de oro para posicionarse ante un electorado duro, con posturas xenófobas y que no entiende la relevancia de los extranjeros para mantener pujante la economía estadounidense en el presente y en las próximas décadas.

Durante la negociación de la primera versión del TLCAN a inicios de la década de 1990, la migración fue excluida casi por completo al igual que la inversión en petróleo, pues ambos temas resultaban complicados para las administraciones de George Herbert W Bush y de Carlos Salinas de Gortari, de forma respectiva, por lo que sólo dejaron un apartado en el tratado para expedir un limitado número de visas para profesionales, que no respondía a las necesidades de mano de obra mexicana del lado estadounidense.

En el capítulo XVI, anexo 1603, del tratado se dio cabida a las llamadas visas TLCAN con las que resultarían beneficiadas personas que ejercieran 63 profesiones, entre ellas las de contador, abogado, químico, físico, médico e ingeniero, el problema es que a México sólo se le otorgarían anualmente 5 mil 500 de esos documentos por parte de Estados Unidos, mientras que para Canadá el número era ilimitado, a pesar de que el grueso de los migrantes mexicanos contratados en la Unión Americana se dedicaban a labores poco calificadas en sectores de la construcción, agricultura y servicios.

A partir de 2008, el número de visas TLCAN para México se liberalizó, pero los engorrosos requisitos exigidos por las autoridades estadounidenses, entre ellos la carta de invitación del empleador, han influido para que apenas 13 mil mexicanos accedieran a ese documento en 2016.

Durante la primera negociación del instrumento se afirmó que con el libre comercio disminuiría la migración, pero la realidad demostró que entre 1990 y 2008, el número de mexicanos residiendo en Estados Unidos creció exponencialmente al pasar de 4 millones 300 mil a 12 millones, la mitad de ellos de forma indocumentada, debido a factores de expulsión en el Estado mexicano -bajos salarios, insuficientes oportunidades de desarrollo y la consolidación de redes migratorias-, pero también ante la necesidad del mercado estadounidense de contar con mano de obra, principalmente de baja calificación, y en el marco de un sistema de otorgamiento de visas TLCAN, H2A y H2B (éstas últimas se otorgan a agricultores y a personas con oficios) deficiente e insuficiente.

La forma en que los integrantes del tratado han abordado el tema no corresponde a la intensa movilidad presentada en los tres países, pues además de los connacionales mexicanos en Estados Unidos, también destaca la presencia de casi 800 mil estadounidenses residiendo en México, una parte de ellos en condición indocumentada, y la expedición anual de unas 24 mil tarjetas de residencias temporales o permanentes a ciudadanos de la Unión Americana que han decidido hacer su vida en el vecino país del sur.

En el caso de México y Canadá, también existe una movilidad migratoria interesante, pues unos 94 mil mexicanos residen en el país de la hoja de maple y existe un programa de trabajadores temporales agrícolas vigente desde la década de 1970, que permite la llegada anual de unos 22 mil mexicanos a campos canadienses. Además, unos 13 mil canadienses viven en el país latinoamericano y el turismo es dinámico entre los dos Estados.

A pesar de lo antes mencionado y de que México y Canadá coinciden en la necesidad de revisar el apartado laboral para facilitar la movilidad de profesionistas en el bloque norteamericano, la posibilidad de incluir en la nueva negociación la liberalización de uno de los factores más importantes del libre comercio, la libre movilidad de personas (los otros tres elementos son los bienes, servicios y capitales), es nula ante la posiciones racistas y sacadas de contexto por parte del gobierno de Trump.

Al no incluir la movilidad de personas en el TLCAN 2.0, el bloque regional perderá, otra vez, la opción de mejorar su competitividad e irá en contracorriente frente a otros procesos de integración en Europa (con el espacio de Schengen) y Sudamérica (con el Mercado Común del Sur y la Comunidad Andina de Naciones), en los que con todo y algunos problemas se ha demostrado que al liberalizar la movilidad de personas entre sus miembros, los Estados más desarrollados no se llenan de migrantes, ni los Estados menos favorecidos se quedan sin población, por el contrario, se observa una complementariedad laboral y se han ampliado las opciones para los individuos que desean hacer sus vidas en otras latitudes.

La gran paradoja de la nueva negociación en América del Norte es que si las autoridades estadounidenses mantienen posturas proteccionistas que perjudiquen especialmente a México, en el futuro inmediato un mayor número de migrantes intentará llegar a la Unión Americana, país que sigue como la principal economía del mundo y que requiere de mano de obra tanto calificada como no calificada. Prueba de lo anterior es la bizarra petición de familiares de Trump para que les permitan contratar trabajadores extranjeros con el fin de que laboren en sus hoteles y campos de golf, ante la carencia de mano de obra local.

 

* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor e investigador de tiempo completo adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la UNAM y profesor de cátedra en el ITESM

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