Promover el desarrollo comunitario, tarea pendiente de la escuela

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Alberto JIMÉNEZ MERINO


Agosto 21, 2017

Cerca de 32 millones de niños y jóvenes regresan a las aulas esta semana en México, con grandes anhelos, ilusiones e incertidumbres, muy pocos con una meta clara de lo que quieren lograr, pero con una gran ilusión de los padres por apoyarlos para ser alguien en la vida.

Sólo tenemos una oportunidad para preparar a nuestros jóvenes para un futuro que nadie puede predecir. Y qué es lo que estamos haciendo con esa única oportunidad, se pregunta Stephen Covey, en su libro El Líder Interior.

Y, "no hay un mejor regalo que podamos dar a la república que la educación de nuestros jóvenes", sentenció Marco Tulio Cicerón hace ya varios siglos.

No obstante, y pese a tanto esfuerzo y recurso destinado a la educación, todavía nos encontramos con que la pobreza y el deterioro ambiental son nuestros más graves problemas sociales. La pobreza en la que se encuentran 64 de cada 100 mexicanos es muy lamentable, sin cambios esenciales en los últimos 25 años; asimismo, 8 de cada 10 no han tenido educación financiera.

Temas como la pérdida de la vegetación que rodeaba a las comunidades; el agotamiento y la contaminación de los mantos acuíferos; los ríos de aguas residuales de los pueblos; la pérdida del suelo y la fauna silvestre; y, más grave aún, la pérdida de valores, ha provocado un aumento de la delincuencia así como el quebranto de la convivencia social armónica lo cual amenaza el futuro de las nuevas generaciones.

De igual forma, el sobrepeso, la obesidad y sus consecuencias como la diabetes, hipertensión e infartos tienen mucho que ver con la falta de una adecuada educación alimentaria y nutricional.

Y, no es la escuela la única responsable de resolver los problemas socioeconómicos y ambientales descritos, lo es también la carencia de políticas públicas y la falta de gobernantes con conocimiento y voluntad para atender las necesidades más sentidas de la población.

Sin embargo, la escuela tiene la responsabilidad de formar a los ciudadanos que serán los líderes de las comunidades, aquellos que dirigirán el desarrollo de sus pueblos. Por eso, la formación de líderes es la primera tarea aún pendiente de la escuela. En esta última, se forman profesionistas con una gran carga informativa pero muy poco formativa, con exceso de teoría y muy poca práctica, lo que hace que desconozcan los problemas de sus propios territorios.

Por ello, uno de los mayores problemas y tareas pendientes de la escuela es la incorporación a los contenidos curriculares, las necesidades de las familias y los problemas de las comunidades, es decir, se necesitan unas cosas, pero se enseñan otras sin ninguna relación con lo que la gente hace y vive diariamente.

Si se seca un manantial, buscamos otro; si se seca un pozo de agua, lo mismo; y, si se acaban los árboles de un bosque o los animales silvestres, seguimos con lo que aún queda, aunque esté más lejos.

Los jóvenes están decidiendo su destino sin conocimiento de sí mismos. Casi nadie sabe en qué es bueno. Muchos hacen cosas por necesidad, estudiando carreras que no eligieron por decisión, sin conocer en realidad sin son buenos para eso.

Yo estudié agronomía porque era mi única posibilidad de hacer una carrera gracias a los apoyos económicos que Chapingo ofrece. Nunca supe para qué era bueno.

Las tareas pendientes de la escuela, que hoy me permito recordar que no se han hecho o han sido insuficientes, son: incorporar la educación financiera, la educación alimentaria y nutricional más allá de la prueba del frijolito germinado; la educación ambiental, que no sea sólo la importancia del árbol, el aire o la descripción del ciclo hidrológico; necesitamos también que los futuros ciudadanos conozcan los recursos naturales disponibles y su adecuado manejo.

Saber a qué se dedican sus padres y cómo pueden hacerlo mejor, cómo se alimentan, qué hacen ante la presencia de sequías, de huracanes, de inundaciones, etcétera, ayuda mucho como parte de su formación.

Pero, si nada de esto es posible, sólo enseñemos a nuestros niños y jóvenes a identificar en qué son buenos y orientarlos a que se dediquen a eso. Ayudémoslos a que fortalezcan su personalidad y carácter, a desarrollar su capacidad para expresarse y que aprendan a escuchar, de preferencia, desde los cinco años.

Y si no tienen nada que enseñarles, díganles, con objetividad, lo que pueden llegar a ser. Repítanselo seguido y recuérdenselo cada vez que alguno de nuestros niños o jóvenes logren concluir un ciclo, especialmente cuando terminen su carrera. Desde mi perspectiva, el discurso de graduación, en alguna parte, debe incluir una orientación de lo que pueden llegar a ser.

John Ruskin escribió: "No se trata de enseñar cosas que no sabían, se trata de formar personas que no existían", y esa es la intención.

Bienvenidos al ciclo escolar 2017-2018.

@jimenezmerinomx

www.ciatmexico.org

* Director de la Comisión Nacional del Agua en Puebla

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