24 de Septiembre de 2017 |
Ese fatídico 19 de septiembre, el presidente de Estados Unidos publicó 13 tuits, un número ligeramente mayor a su promedio diario. Uno de ellos estaba relacionado con el sismo que, menos de una hora antes, había causado víctimas mortales en cinco estados mexicanos: había cumplido formalmente con la expectativa de expresar solidaridad con nuestro país. Esta vez, incluso, no había esperado casi una semana después de la tragedia, como lo había hecho para el terremoto del 7 de este mes. Las escasas 17 palabras utilizadas fueron suficientes para revelar su limitado conocimiento de lo sucedido, pues se refirió solamente a la Ciudad de México, como si hubiera sido la única afectada. Desde aquel lacónico mensaje, no ha vuelto a hacer referencia al sismo y sus consecuencias: asunto cerrado. El resto de sus publicaciones, ese día, se focalizaron en otro tema: la apertura de la Asamblea General de la ONU, en la que por primera vez tuvo la oportunidad de expresarse. Desde su ingreso al escenario, el lenguaje corporal presidencial indicaba que este impredecible personaje disfrutaba realmente el momento. Esta actitud no dejaba de ser sorprendente teniendo en cuenta el poco respeto que había expresado hacia la organización pero sus palabras de bienvenida dejaron en claro el porqué de esta satisfacción tan visible: al dar la bienvenida a los otros mandatarios "a Nueva York", "(su) ciudad natal", se sentía personalmente como el anfitrión del evento, a pesar de ser uno de los novatos en este escenario. El discurso que dio en este recinto no resultó extraño para quienes ya están acostumbrados a la forma de ser del esposo de Melania: sus imprecisiones, contradicciones y disparates parecían ser el fruto de la improvisación, aun cuando estaba en realidad leyendo cada palabra de un texto preparado tiempo antes y probablemente ensayado múltiples veces. Al igual que durante la campaña presidencial, designó a sus adversarios por medio de apodos despectivos, como los "terroristas perdedores" y el "hombre cohete" Kim Jong-un. Lo que ya era muy criticable en el contexto de una competencia electoral lo es todavía más en el escenario internacional: primero, porque el periodo de elecciones tiene una duración limitada y por ende, por lo menos en el sistema estadounidense, el candidato ganador no tiene que "cuidar" la relación a largo plazo con sus contrincantes. Segundo, porque estas designaciones son altamente susceptibles de reforzar los comportamientos tan dañinos de estos actores: claro que el líder norcoreano es un lunático y que los terroristas son cegados por su radicalismo, pero hablar de ellos en estos términos solamente los orientará más decididamente en esta dirección, por orgullo, deseo de revancha o animadversión agudizada. Asimismo, las provocaciones que Trump formuló en el afán de intimidar y afirmar su superioridad serán contraproducentes: su amenaza con "destruir totalmente" a Corea del Norte es desproporcionada en comparación con el objetivo enunciado (no es necesario borrar al país del mapa para desarmarlo), lo que puede complicar la conformación de alianzas firmes para lidiar con este reto. Además, es precisamente el discurso que un régimen totalitario como el de Pyongyang necesita para sobrevivir, porque esta amenaza tan existencial y explícita proveniente del exterior le permite legitimar su propia existencia en un plano doméstico. En un menor grado pero siguiendo la misma lógica, su alusión a una posible intervención contra Venezuela podría movilizar a los indecisos a favor del gobierno de Maduro. Estos dos casos evidencian también una grave contradicción que deja muchas interrogantes en cuanto al principio rector de sus acciones: ¿cómo puede proclamar que el respeto absoluto a la soberanía debería ser la regla número uno en las relaciones entre países y, en el mismo discurso, amenazar con intervenir militarmente contra Estados que no encajen con cierto modelo? Sin duda, el debate sobre el alcance de la soberanía en un mundo interdependiente es complejo y necesita existir, pero en su discurso el comandante en jefe de la máxima potencia militar finge estar convencido de que los Estados pueden ser la única autoridad en su respectivo territorio y al mismo tiempo presionados por otros actores internacionales. Para terminar, el Republicano planteó a la ONU como la única manera de evitar el recurso a la fuerza contra Corea del Norte y es revelador que concluyera esta idea con un "a ver cómo ellos lo hacen". Más allá del tono poco esperanzado, el "ellos" llama la atención: ¿habrá olvidado que su país sigue siendo miembro de la organización y que juega un papel clave en ella? bmichalon@itesm.mx*Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey, en la carrera de Relaciones Internacionales |