Reconstruyendo sombras

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Daniel SAVEDRA OLIVO


Octubre 08, 2017

La contingencia pasó. Pudimos rescatar sobrevivientes entre los escombros, dictaminar el uso o no de edificios para su habitabilidad y además pudimos llevar alimentos y medicinas a quienes más lo necesitaban. Así también, perdimos hermanos mexicanos y vimos cómo historia construida en colonias, desaparecía de la nada. Vimos comunidades caer. Y hoy estamos reconstruyendo.

O al menos eso creemos. Reconstruir es una palabra que tal vez ocurra en ciudades como en México, pero que seguro es un tema de discusión en comunidades rurales de Morelos y sobre todo, Puebla. Porque, ¿cómo reconstruir solo sombras o ruinas que muchas de esas poblaciones ya eran?

Podrán coincidir conmigo arquitectos e ingenieros que pudieron revisar inmuebles, que una de las principales razones para que casas y edificios públicos en comunidades rurales colapsaran, era la falta de un método constructivo educado. Más allá de si los muros eran de adobe o no, las fallas principalmente se dieron por falta de una cimentación correcta y refuerzos verticales en muros como castillos. Para ser francos y directos, fue un tema de falta de educación, y falta de legalidad. Falla en la educación porque muchos de los colapsos presentados pudieron haber sido evitados si las personas que construyen su propia casa entendieran la lógica detrás de todo el marco legal y normativo de los códigos de construcción. Pero ¿cómo pedir que lo hagan si ni siquiera existía asesoría, supervisión o un código de revisión entre estas comunidades?

La falta de legalidad hace su aparición. Y es que, ¿por qué en los centros urbanos contamos con Secretarías de Desarrollo Urbano u órganos similares y en las centralidades rurales no? Por ley, el Estado tiene la capacidad y obligación de salvaguardar la vida de sus habitantes, quienes sean. Pero la verdad es que las vidas de la ciudad importan más, o es más fácil administrarlas. Porque son zonas pobres, dirían algunos. Y sí.

La pobreza es ese enemigo que ha atacado las zonas rurales desde hace tiempo, o que al menos eso nos gusta creer a los habitantes de los centros urbanos. En su afán de presentarse como promesas y esperanza de nuevas oportunidades, las ciudades han crecido a un ritmo exorbitante en México y en el mundo. En 2014 la mitad de la población mundial ya vivía en las ciudades, y nosotros alcanzamos esa cifra en 2007. Al día de hoy casi el 60% de la población mexicana vive en ciudades y abandona pueblos, rancherías y comunidades. A este ritmo, en menos de 20 años el 75% de la población estará en centros urbanos, y la gente que quede será vieja, poco productiva y en riesgo de desaparecer en el siguiente lustro. Así que, ¿qué reconstruiremos?

Imaginemos que tenemos un vaso de vidrio lleno de agua sucia y contaminada. En el sismo el vaso se rompió casi a la mitad, el agua que queda es menos, y sigue igual de sucia, sino es que más. Reconstruir el vaso, sea con madera, con vidrio otra vez o resinas, lo devolverá a la normalidad, pero el agua sigue siendo la misma.

Deberíamos mejorar el agua. Crear valor a las comunidades. Aquellos proyectos que aporten reconstrucción, pero no aporten un valor público de comercio, creación de oportunidades, están destinados a generar espacios que no se utilizarán, al menos no en 10 años. Los habitantes de las ciudades tenemos tres grandes responsabilidades antes de comenzar la reconstrucción de las comunidades: Exigir legalidad en ellas, compartir la poca o mucha educación cuantitativa y cualitativa que tengamos; y así mismo, no imponer soluciones a personas, comunidades o poblaciones con las que no estamos familiarizados.

Las soluciones que propongamos deben dar permiso, oportunidad y poder a los habitantes de reconstruir lo suyo, como ellos quieran, pero bajo los otros principios anteriores. Deben dar oportunidades de crecer a nivel humano, económico y social. Porque tenemos que entender que lo ocurrió fue una desgracia, y no hay nada para echar marcha atrás, pero que sí podemos levantar la mirada y saber que no somos poseedores de la verdad, y que necesitamos un México más igual para todos. Y para ello la igualdad hay que otorgarla nosotros.

Profesor de Cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla.

Escuela de Arquitectura y Diseño.

@dansavedra

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