Horizontes

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Tere MORA GUILLÉN


Octubre 10, 2017

El terremoto en la Ciudad de México dejó heridas profundas que habrán de tardar en cicatrizar. Al momento se sabe que más de 30 menores en la Ciudad de México perdieron a uno de sus progenitores. Por otra parte quienes resultaron con afectaciones en sus viviendas o de plano sufrieron pérdidas totales en sus inmuebles, han comenzado a manifestarse y clamar a las autoridades apresuren trámites para atender sus peticiones específicas.

Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno capitalino, reconoció que 8 mil 405 edificios están dañados. De ellos alrededor de mil 193 podrán ser rehabilitados, y el resto dependerá del dictamen que emita un Corresponsable en Seguridad estructural, para determinar si permanecen en pie o son demolidos.

Hasta ahora el gobierno federal ha liberado casi 7 mil millones de pesos en "apoyos parciales inmediatos", para los damnificados de Oaxaca, Chiapas, Morelos Ciudad de México, Puebla, Estado de México, Guerrero, Veracruz, y Tlaxcala.

Como he manifestado en anteriores publicaciones, el terremoto tuvo un impacto demoledor, y vaya que cimbró a los mexicanos por igual. Hay testimonios escalofriantes de quienes permanecieron entre los escombros y fueron rescatados con vida. Pero más allá de lo que vivimos, las cosas deben cambiar en nuestro país. Los mexicanos somos víctimas de la corrupción y la impunidad, los sismos registrados en 1985, no sirvieron para corregir errores, se siguieron otorgando sin ton ni son permisos de construcción y licencias de uso de suelo, en sitios indebidos. Muchas familias se asentaron en edificaciones dañadas desde hace 32 años. La Ciudad de México hoy día, luce edificios altísimos, han proliferado las plazas comerciales, hay escases de agua y ahora la incertidumbre de quienes perdieron su vivienda, el temor de quienes se asentaron en camellones –pese a las inclemencias del tiempo-, con tal de vigilar que sus viviendas no resulten atracadas por los hampones, porque seguimos sufriendo la inseguridad, y no hay poder humano ni interés por frenarla. Y para colmo aterrados porque no volvamos a escuchar -en mucho tiempo- de nueva cuenta la alerta sísmica.

Lo que nos faltaba, al menos 15 mil escuelas resultaron dañadas en los estados afectados por los sismos, diez mil con daños menores. De tal forma, algunos centros escolares iniciaron labores, y otros no podrán reabrir sus puertas en mucho tiempo. Son infinidad los menores que ahora acompañan a sus padres a su trabajo, al menos mientras pasa la contingencia. Los alumnos más pudientes que estudiaban en el Campus Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey, habrán de cambiar de institución para reanudar sus clases, otros seguirán el sistema híbrido que el propio Tec les ofrece, y que consiste en tomar clases en línea, otras presenciales en puntos cercanos al plantel y, más adelante en salones provisionales. Este esquema no ha generado unanimidad entre los estudiantes.

Esperemos que ahora si todos los sectores de la sociedad y nuestras autoridades tomemos conciencia y actuemos de manera distinta, no permitamos más corrupción e impunidad, que no haya más muertos debajo de escombros por hacernos de la vista gorda, por eludir responsabilidades, por poner materiales baratos en las construcciones, por otorgar permisos por debajo del agua, al menos la Ciudad de México está sobre poblada, somos demasiados.

A los propios ciudadanos nos indigna como a cambio de votos permitieron la sobrepoblación en cerros que circundan la zona oriente de la Ciudad, cerros que cuentan con una sola avenida para subir y bajar, en donde hay vendedores de droga y quizá hasta casas de seguridad de maleantes; edificaciones que con una tormenta o con el soplo del viento se desmoronan, porque se otorgaron tierras y permisos donde nunca debió edificarse, nos quedamos sin el oxígeno de los árboles que nos otorgó generosamente la madre naturaleza; y luego nos espantamos de que nos cimbren los terremotos y huracanes. 

Es tiempo de reflexionar y retomar valores, quedamos sorprendidos por el comportamiento de los jóvenes millennials, porque creíamos como sociedad, que eran totalmente indiferentes ante lo que acontecía en su entorno. Fueron los primeros en tomar las calles con picos y palas para tratar de salvar vidas, en organizarse para tender una mano al desvalido, en subir a un autobús para llevar ayuda a las comunidades afectadas en Morelos o en Oaxaca. Sigamos su ejemplo de solidaridad. Asimismo, agradezcamos el apoyo y cariño del concierto de naciones que de inmediato, en equipo, llegaron a nuestro México a brindar su apoyo, y dejaron su corazón literalmente en cada edificio al que asistieron con el único fin de rescatar a las personas atrapadas. Agradezcamos al Ejército, a la Marina Armada de México, a la Cruz Roja Mexicana, y a todos cuantos han participado en paliar el hambre, la sed y tristeza de quienes sufrieron pérdidas humanas y materiales en los sismos de Septiembre.

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