Libros de carne

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Federico VITE


Noviembre 14, 2017

Un sueño con el que quería protegerme de la verdad de la muerte, define así William Kotzwinkle a El nadador en el mar secreto (Navona, España, 2014, 90 páginas) y le creo. Esta noveleta deriva de un hecho real. En 1975, el hijo de Kotzwinkle (escritor de ficción fantástica, mundialmente conocido por novelar el guion de la película E.T. El extraterrestre) nace muerto. Después de enterrar al primogénito en el bosque, se encierra en su estudio y comienza la redacción de este libro que ha tenido buena estrella. Este autor sólo ingresó al canon del realismo con El nadador en el mar secreto; lo hizo buscando remedio contra el dolor. Después de cosechar algunos premios y, sobre todo, muchos lectores: este libro fue prácticamente olvidado.

En 2012, el totémico narrador inglés IanMcEwan inició, sin proponérselo, una campaña publicitaria a favor del único libro realista de Kotzwinkle. En la novela Sweettooth (Dulce operación, 2012), protagonizada por Tom y Serena, la narradora de ese relato extravagante de espías confiesa que lo único que la divertía era leer ficción y en aquellos años, cito a McEwan en voz de Serena: "Yo pensaba que sus autores eran demasiado secos, él consideraba a mis autoras demasiado húmedas, aunque estaba dispuesta a conceder el beneficio de la duda a Elizabeth Bowen (autora de La muerte del corazón). Durante aquella época, sólo logramos estar de acuerdo sobre una novela corta, de la que él tenía un borrador encuadernado: Swimmer in thesecret sea. Tom lo consideraba un libro de bella manufactura, a mí me parecía juicioso y triste".

Curiosamente, después de esta mención, muchas personas comenzaron a pedir ese ejemplar a la editorial FiveLeaves, dueña de los derechos tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos. Ese oleaje editorial deriva en la traducción al castellano, hecha por Enrique de Hériz. Y ha funcionado muy bien como un libro de culto, pero no ha logrado granjearse tantos lectores. La noveleta ha tenido una venta discretona, se ubica en los estantes de literatura de superación personal de varias librerías, no lo ven como literatura.

La apuesta de Kotzwinkle fue descargar, catarsis asistida, el dolor en la página y brindar testimonio de una experiencia límite; queda claro que aparte de esa pulsión terrible, El nadador en el mar secreto posee una estructura lineal bien definida y podada, la progresión de los personajes es simple, pero contundente. El relato arranca con premura, la celeridad de un hecho irremediable potencia todo el corpus del texto, y culmina de manera afortunada. Prácticamente no hay excesos; se cuidan las escenas, los diálogos, cada hecho va encabalgándose para darle fuerza al adiós definitivo que impone la muerte.

Kotzwinkle no escribe una obra de arte, está lejos de Tres rosas amarillas y de El pabellón número 6. Asistimos al oficio de quien cuenta una historia y con eso basta. No pide más, ni menos. Se cuenta una historia y listo. Hay rigor en la estética propuesta (nada de adornos en la prosa), los personajes recurren a los diálogos para generar movimiento en el relato, no para regodearse en el duelo. Se sondea lo incomprensible e irremediable con hechos delineados por motivos ciegos que obedecen al gran motor de esta noveleta: la muerte. 

El nadador en el mar secreto es una estructura cerrada, sin sentimentalismos, de buenos acabados. Prescinde de la gratuidad que prodigan los pucheros en un libro de tono melancólico. La esposa, como personaje, es realmente potente. Transcribo un par de relámpagos de la tempestad que habita esta novela: "La frente arrugada y los ojos apretados conformaban un rostro con el que jamás había soñado. Perdida toda su belleza, la mujer parecía una criatura asexuada que luchaba con todas sus fuerzas, alumbrando con gran esfuerzo el principio del mundo". Aparte del ejercicio de la mirada, Kotzwinkle cincela una etapa en su vida, una época que se caracteriza por el desplome de una esperanza; no hay registros históricos en ella, salvo la muerte del primogénito. El lector descubre conceptos (hospital, esposos, camioneta, nieve, tumba, bosque, noche, cielo, día), porque el novelista narra justamente para atornillar ese capital simbólico y con eso le basta para transmitir la emoción de esos instantes: contar los recorridos entre una isla y otra es la clave para recobrar el orden por pequeños actos. El novelista transmite la emotividad con la que toca el mundo, porque esa voz que gime y se contiene es justamente la que mantiene a raya el melodrama. Esa es la virtud mayor. El libro conmueve porque el narrador soporta, sin nombrarla, la carga de la muerte.

El nadador en el mar secreto es difícil de concebir en una industria editorial como la mexicana, donde los libros deben tener más de 150 páginas para recibir dictamen; es decir, para ser considerados como publicables. No se concede el beneficio de la duda a volúmenes de menos cuartillas. Disfrute esta rareza de un escritor de oficio incuestionable.

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