Martes 21 de Noviembre de 2017

"Todos somos iguales,

pero unos somos más iguales que otros".

Carlos Elizondo Mayer-Serra

En esta ocasión quisiera hablar de un estudio sobre la desigualdad y el progreso democrático en América Latina, que se entiende más en igualdad de voto que en mayor igualdad económica, abordado en el libro Los de adelante corren mucho. Desigualdad, privilegios y democracia del Dr. Carlos Elizondo Mayer-Serra. América es el eje central de este libro que se enfoca en el análisis de las oligarquías o las élites respecto a los cambios de régimen político en la región latinoamericana, basado principalmente en las instituciones y en los comportamientos, que, de acuerdo con el autor, han sido los que aparentemente no han cambiado a lo largo de la historia.

El libro está compuesto de seis capítulos: 1) "Las élites en América", 2) "¿Por qué importa la desigualdad?", 3) "Los privilegios y ¿cómo mantenerlos?", 4) "Las Américas y sus complicidades", 5) "Los riesgos para la élite", 6) "¿Y los de atrás se quedarán?"

El autor comienza con una descripción del problema de la desigualdad en América, haciendo referencia obligada a la forma en que se organiza y distribuye el poder de las élites que la fomentan, para explicar quiénes son los de adelante en su obra. Citando a Gaetano Mosca, plantea que en todas las sociedades existen dos clases de personas: los gobernantes y los gobernados. Los primeros monopolizan el poder y disfrutan de privilegios con métodos legales o ilegales para mantener su dominación, dejando así a los segundos muy atrás. Añade la opinión de Vilfredo Pareto, al definir a la élite como la composición de individuos con cualidades excepcionales o aptitudes eminentes en la vida social. Bajo esta perspectiva, la élite, se integra por miembros "superiores" de una sociedad, que por sus cualidades tienen poder o prestigio. De acuerdo con esta teoría del elitismo, la pertenencia a la élite no es necesariamente hereditaria porque no todos los hijos tienen las cualidades eminentes de sus padres.

No obstante, las enormes desigualdades que enfrentamos, según este estudio, no se pueden explicar sólo por la noción del mérito. Son producto del país y la clase social en que se nace (como explica Milanovic). Y sin duda, ayuda enormemente nacer en la familia correcta. En este sentido, el punto de arranque de la vida de un individuo y su entorno, determinan su futuro.

Quien tiene poder, usa las reglas a su favor, por ello, "todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros" significa que quien tiene dinero accede a estos privilegios. Como lo refiere el Dr. Elizondo, las élites existen en toda organización y controlan especialmente el poder económico; en México, después de una Revolución, el inicio del proceso democrático y la apertura de la economía no es posible comprender si hubo realmente un cambio respecto a la desigualdad en el país.

El libro plantea numerosos ejemplos de México y Estados Unidos, pero es nuestro país el centro del análisis de esta obra que presenta una serie de patologías estatales, como la desigualdad, la corrupción, la violencia o la reproducción de privilegios que están en todo el continente latinoamericano. Para el Dr. Elizondo, la desigualdad importa por razones morales, políticas y económicas. Y la pregunta más interesante que hace es ¿qué nivel de desigualdad es tolerable para los ciudadanos, es sostenible políticamente y tiene sentido en materia de crecimiento económico?

Históricamente, la igualdad en la Revolución Francesa como en la guerra de Independencia de Estados Unidos, sólo se refería a los hombres blancos, ni las mujeres ni los negros calificaban en esa época como sujetos de derechos, y, de hecho, así empezamos en la Grecia clásica.

Todavía en muchos países la mujer carece de derechos políticos y sociales básicos. En México, no son realmente efectivos, ni en los municipios indígenas ni en zonas urbanas, donde la violencia contra la mujer es incontenible.

El nacionalismo, como ideología de las élites, según Moses Shayo, se erige como uno de los instrumentos de la élite para evitar, en regímenes democráticos, políticas distributivas. En las sociedades donde los más pobres tienden a fortalecer sus lazos de identidad con la nación en la que viven y no con la clase a la que pertenecen, votan menos por políticas redistributivas que les permitirían aumentar su ingreso y más por políticas nacionalistas que los hace sentirse bien. Una mayoría de pobres tiende a identificarse con esa nación y a esa raza a la que pertenecen, no así con su clase social y con su bajo estatus. Esto permite entender el triunfo de Trump según el autor.

El dinero es la fuente del poder de los oligarcas. Y en política, la idea de que "un político pobre es un pobre político", como decía en México Carlos Hank González, es especialmente significativa. La debilidad institucional permite a las élites defender sus privilegios y si no tenemos instituciones fuertes, es porque así les ha convenido. Aquí juega un papel importante el poder judicial, que tampoco es inmune a la corrupción. En México, las élites políticas y económicas, pueden violar todo tipo de normas y no hay consecuencias porque pueden pagar para que no les pase nada.

Desde la perspectiva de Elizondo, la corrupción ha sido el cemento del sistema político mexicano, no la ideología; lo que impide una capacidad efectiva del gobierno para proveer de servicios públicos a los ciudadanos. Generando esto un alto costo económico (10 por ciento del PIB según el Banco de México), un Estado débil, una sociedad desigual, élites capaces de comprar protección y una alta criminalidad.

En el terreno de la economía, las élites se favorecen de las decisiones políticas, lo que hace muy probable que los multimillonarios hayan hecho sus fortunas por las buenas conexiones políticas.

Uno de los problemas más significativos para el Estado mexicano es su baja recaudación fiscal y esto implica, según nos relata Elizondo:

a) Que el Estado no le quita todo lo que se requiere a los que más tienen; y,

b) Se gasta los recursos de una forma que no se distribuye el ingreso entre la mayor parte de la sociedad. Lo que genera que se reproduzcan los privilegios entre las élites.

En cuanto a las implicaciones políticas, el autor advierte que, el populismo, se manifiesta como mecanismo alternativo de acceso al poder, prometiendo soluciones fáciles a problemas difíciles en tiempos electorales. Nos explica que los populismos rechazan a las élites; el de izquierda se basa en el pueblo, en la clase trabajadora. El de derecha, en el nacionalismo económico y en la supuesta superioridad de un grupo racial amenazado por una creciente inmigración. En el libro, el Brexit y el éxito de Donald Trump se muestran como una reacción de esa mayoría que se siente desplazada por un crecimiento cada vez menos incluyente y que ve con esperanza a los outsiders del sistema político.

Entre los principales retos para la región, de acuerdo con las conclusiones del libro, están construir instituciones que pongan límites a las oligarquías y a la propia élite política y que le den servicios de calidad a la mayoría de la gente. Se requiere limitar los derechos sindicales; invertir más en instituciones de administración y procuración de justicia y en seguridad pública; combatir la corrupción. Se debe contemplar, además, como narra el autor, citando a Piketty, un impuesto progresivo al ingreso y a la riqueza, lo que parece una utopía frente a los grandes intereses que existen. Pero, antes que nada, se requiere un Estado que funcione, un Estado en el que se pueda conciliar la democracia con el capitalismo y la globalización. Los de atrás se rezagan porque no tienen los servicios públicos que requieren para mejorar sus condiciones de vida y están condicionados a vivir muy por debajo de las necesidades básicas de cualquier ser humano.

Según los resultados obtenidos de este interesante estudio sobre la desigualdad, en América Latina, no hemos podido construir Estados capaces de cumplir con su cometido, que es servir al ciudadano. En el caso de México, los gobiernos posrevolucionarios, e incluso los tecnocráticos, no han logrado todavía este cometido. En estas circunstancias, es la ciudadanía activa y participativa, la que puede cambiar la forma de Estado que se requiere para enfrentar estos retos. El gobierno no puede solo.

@floresm_mx

info@reconstruyendociudadania.org

*Profesor de Tiempo Completo del Tecnológico de Monterrey