Con pocos lectores

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Federico VITE


Noviembre 27, 2017

¿Qué atributos debe tener la obra de un cuentista para sea inscrita en las páginas doradas de la literatura? Curiosamente, todas las virtudes de un narrador raro pero de gran manufactura técnica no están relacionadas con la fortuna. Para bien o para mal, el trabajo de un cuentista está signado por la escasa publicación, la lucha constante contra los editores y los dictámenes negativos de empresas que buscan con desesperada insolencia el próximo best-seller. Claro, algunos dan el salto inmediato a la novela, caballito de batalla para hacerse de un nombre en las novedades del mes, y sepultan la intención de seguir escribiendo cuentos.

Piense en William Sansom, un escritor meticuloso, recientemente descubierto por el mercado editorial en español. Un narrador que realizó una extravagante serie de cuentos. La mayoría de ellos son textos que escapan del realismo como estética preponderante, se cimentan en el absurdo, el terror, el misterio, apuestan por la ficción fantástica. Este chico fue, y lo sigue siendo, un discurso fuera de la moda, un narrador que se dedicó a cultivar obsesiones. 

Sansom nació (1912) en Londres. De muy joven viajó por toda Europa con la intención de acumular anécdotas vitales que posteriormente serían relatadas bajo el tamiz del cuento. Trabajó en un banco, también como redactor publicitario. Fue bombero voluntario en la Segunda Guerra Mundial. Prestó servicio en Londres durante los bombardeos alemanes. Usó esa experiencia terrible para dotar de verosimilitud sus textos. La selección No mires hacia abajo (Traducción de Teresa Arijón. Argentina. La Bestia Equilátera, 2012, 169 páginas,) ofrece piezas únicas, prácticamente desconocidas para el lector en castellano. Pareciera, al leer los textos de este hombre, que los autores interesados en crear un universo personal están destinados al olvido. Sansom se dedicó primordialmente a brindar un rasgo más de la experiencia humana y, lejos de la parafernalia publicitaria, fue sumando títulos a la compleja red del mundo literario subterráneo, el que suele abrevar justamente de las raíces de este oficio que no está relacionado con la fama, el dinero ni la política. Sansom tenía muy claro que su trabajo era contar historias, capturar el tiempo y las emociones en historias breves.

El lector de No mires abajo descubrirá que Sansom ofrece una exploración novedosa de las fobias. Por ejemplo, en los textos Una habitación pequeña descubrimos la penumbra mental de una monja cuyo destino es morir emparedada; en Pansovic y las arañas, a un general de caballería austríaco que padece aracnofobia. El relato más conocido de esta colección es Una mujer poco frecuente, donde el horror y el erotismo se funcionan para ambientar el placer sobrenatural. Destaco Punto de saturación, cuento que retrata enfermizamente a una mujer que corta fragmentos de su pierna asada; La sábana larga, un texto ejemplar sobre el encarcelamiento, pues los presos de ciertas crujías son condenados a secar una sábana que constantemente se humedece. Esa es la pena que deben purgar los personajes mientras el tiempo desbarata el físico y la psique de esos cautivos de lo interminable.

Sansom lleva los personajes a situaciones límite. En La escalera vertical un joven que, intentando impresionar a una chica, trepa a un gasómetro y enloquece por el vértigo. Sólo esas acciones, subir y observar, bastan para que Sansom logre un cuento redondo, extraño y profundamente perturbador. El manejo de la tensión dramática es ejemplar. 

El primer cuento que publicó Sansom en su vida es La pared, incluido en No mires abajo. Un amigo del narrador hizo que el texto llegara secretamente a la revista Horizon, los editores leyeron una historia relacionada con los temores y fascinaciones de un bombero: no dudaron en publicar ese material; después de ese estímulo, los editores apapacharon al autor de relatos que fomentaban las fobias y el horror. Muchos años después de su muerte (1976), autores como Stephen King y Ray Bradbury vieron en Sansom ese fuego que sólo poseen los escritores de verdad: un alma que entiende la belleza y la contempla desde un ángulo singular. 

Sansom también escribió novelas: The face of innocence y The Body. Son memorables las colecciones de cuentos: Fireman flower, Three, Something terrible, Something lovely. Fue actor amateur. Escribió para el cine, el teatro y la televisión. Tuvo el reconocimiento de sus afamados contemporáneos. Sansom es uno de esos autores que no llevaba prisa, que con tiempo y dedicación logró dar un correlato novedosos del mundo. Sus lectores contemplan la existencia con otros ojos. ¿Puede pedirse algo más de un cuentista?

 

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