Horizontes

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Tere MORA GUILLÉN


Enero 16, 2018

En días recientes la madre Gloria Rodríguez Posadas, quien fue mi directora en la secundaria del Colegio Teresiano "La Florida" y de quien mis compañeras y yo recibimos lecciones para la vida, publicó en Facebook: -"Como escribiera Mandela: nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar…parafraseando lo anterior, cabría decir que nadie nace amando a Dios o combatiéndolo; nuestros padres al ejercer la función del modelaje, nos acercan o alejan de la experiencia del amor de Dios.

Estamos viviendo una crisis en la educación religiosa o en la experiencia de transmisión de la fe. Las formas que nuestros padres usaron para acercarnos a Dios han ido cambiando o desapareciendo. Se dejó de bendecir los alimentos, de rezar en familia, de vivir rodeados de símbolos religiosos cargados de sentido. Dios parece ser el gran ausente. La familia no encuentra caminos naturales para compartir la fe. Quien se decida a hacerlo tendrá que retomar el único camino que verdaderamente funciona: la coherencia entre la fe profesada y las actitudes asumidas". Plutarco Riesgo.

Y es verdad, en la actualidad a pocos menores se les introduce en la fe. Todavía recuerdo cuando un amigo agnóstico, pero con mayor bondad que el mejor de los católicos, asombrado en una iglesia me observaba orar, no daba crédito a la fe ciega que tengo en Dios, y el culto religioso que me inculcaron desde niña.

Respeto la creencia o no creencia de cualquier ser humano, respeto la diversidad de religiones, sin embargo es cierto que hoy día Dios ha quedado relegado, los divorcios están de moda y ante la ruptura muchos padres no saben de qué manera compensar a los hijos, entonces optan por profesarles un amor arrebatado y desmedido, que lejos de hacerles un bien, los perjudica.

Recuerdo cuando la madre Gloria me decía que sufrir por sufrir es algo horrible, pero que cuando pasamos un mal momento de la mano de Jesucristo, el sufrimiento adquiere otro sentido, no me siento en soledad, sé que tanto en las buenas como en las malas él me acompaña y es siempre fiel, aunque en ocasiones me encuentre distante.

¿Qué pasa? En la actualidad hay jóvenes que confían más en supercherías, a la hora de enfrentarse a un problema prefieren evadirlo a través de las drogas, de tener demasiado temprano relaciones sexuales, sintiéndose aún más vacíos y en soledad, porque en verdad no conocen el amor de Dios y repelen cualquier elemento celestial. Lejos están de conocer la misericordia de nuestro padre celestial y el poder renovador del espíritu santo.

Y esto ocurre en todo el mundo, no hay líderes edificadores de creencias, de valores morales, y si hay muchos padres me atrevo a decir sin orientación, y sí con un gran temor porque los hijos se les alejen si los reprenden. De tal forma al menos en México la adolescencia se ha prolongado cantidad y las madres, muchas de ellas sostén de su casa trabajan desde que sale el sol hasta el anochecer, para cumplirles uno o un sin fin de caprichos a sus retoños.

En la medida en que nuestros jóvenes tengan un compromiso emocional con los objetivos que deseen alcanzar serán más pacientes, perseverantes y valientes.

Es ésta una invitación más que a reflexionar a poner manos a la obra, aún estamos a tiempo de revertir el daño que como sociedad hemos causado a los jóvenes. Para quienes fuimos corregidos por nuestros padres a través de un cinturonazo o chanclazo, era duro pensar en educar así a un hijo. Sin embargo, aunque me cuesta reconocerlo, algo se hacía bien hecho porque crecimos sin traumas y como personas de bien.

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